domingo, octubre 31, 2010

 

Cambio de régimen

Mark Twain decía que "la primera mitad de la vida consiste en la capacidad de disfrutarla sin tener la posibilidad de hacerlo, en tanto que en la última hay la posibilidad sin la capacidad". Lo mismo es cierto de los gobiernos. En 2000 se dio la primera alternancia de partidos en el gobierno pero no hubo cambio en las estructuras institucionales del País. En términos técnicos, no hubo cambio de régimen. Ése fue el mayor error de Vicente Fox y la principal causa de la persistencia de las viejas estructuras políticas, los vicios y los fardos para el desarrollo. Ahora se da algo así como una segunda oportunidad, esta vez en Oaxaca y Puebla. Lo que hagan los nuevos gobernadores podría transformar al País.

Cuando Fox llegó a Los Pinos, el PRI era componente inherente al sistema presidencial. Las organizaciones que lo integraban funcionaban en coordinación con la Presidencia y servían de mecanismo de transmisión y de control. Los intereses ahí insertos contaban con vehículos para influir y presionar. El sistema era corrupto, autoritario y con frecuencia conflictivo, pero también funcional: permitía el control, mantenía una semblanza de orden y limitaba (casi siempre) los peores excesos, al menos dentro de la normalidad que establecían las reglas "no escritas".

La llegada de Fox alteró la ecuación medular del sistema: al perder el control de la Presidencia, el PRI se quedó huérfano y comenzó a experimentar distintos grados de convulsión. El "divorcio", por así llamarle, entre el PRI y la Presidencia cambió la realidad del poder político en el País y desató fuerzas que no se habían visto desde antes de la Revolución. El poder fluyó de la Presidencia hacia los gobernadores y los partidos. Al mismo tiempo, muchas de las organizaciones que, con mayor o menor cercanía o sincronía, funcionaban en torno al PRI adquirieron vida propia, convirtiéndose en factores de poder autónomos, ya sin amarras institucionales que, para bien o para mal, habían operado como contrapeso. Así surgen los llamados "poderes fácticos", cuyo único interés es el propio.

A su llegada, Fox tuvo la oportunidad, al menos hipotética, de negociar un acuerdo con los priistas, acuerdo que pudo haberse traducido en una nueva estructura institucional. Antes de que los beneficiarios del cambio político se percataran de las implicaciones del mismo, los priistas estaban aterrados de que pudieran ser enviados a la cárcel, al viejo estilo del sistema. Temían que el gobierno recurriera a tácticas autoritarias para tomar control del aparato gubernamental y se comportara como cualquiera de los anteriores. De haber previsto el efecto de la pérdida de poder del ejecutivo, el flamante gobierno panista pudo haber negociado desde una posición de fuerza: apalancándose en el temor de los priistas, redefinir la naturaleza de las instituciones políticas y cambiar el destino del País.

Lo que ocurrió es historia. Ante todo, el nuevo gobierno (2000) no tuvo la perspicacia ni una comprensión cabal de las fuerzas que había desatado. En segundo lugar, las posturas dentro del gabinete respecto a cómo proceder fluctuaban entre las jacobinas de quienes proponían comisiones de la verdad orientadas a juzgar al viejo régimen, y quienes abogaban por mantener el statu quo. Lamentablemente no hubo una visión de Estado que trascendiera la coyuntura para aprovecharla de manera excepcional.

Los nuevos gobernadores de Puebla y Oaxaca no pueden ignorar la experiencia de Fox y el costo que ésta ha significado, pero, al mismo tiempo, pueden aprovecharla para bien de sus estados y del País. Al asumir sus funciones se encontrarán con una fotografía no muy distinta a la que recibió a Fox: un PRI encumbrado, saturado de intereses que abusan de manera sistemática y una historia de corrupción inconmensurable. Algunos de los integrantes de las administraciones salientes se sentirán atemorizados pero muchos ya vieron la forma en que todo vestigio de institucionalidad se colapsó con la llegada de Fox, lo que los ha envalentonado.

Los nuevos gobernadores podrían plantear disyuntivas precisas y absolutas a quienes tienen cuentas pendientes, pero no a la usanza del viejo PRI, que, a pesar de los años, nunca dejó de ser el partido obregonista: "Nadie resiste un cañonazo de 50 mil pesos", o sea, la corrupción permanente. En vez de intentar comprar la paz, los nuevos gobernadores podrían plantear una nueva institucionalidad y abrir brecha para el resto del País: nuevas reglas a las que todos se someten a cambio de pintar una raya respecto al pasado.

Las opciones para los nuevos gobernadores son muy simples: comprar la paz y pretender que la suya fue una elección tradicional (el PRI de siempre); tratar de mantener el bote andando (como Fox); o replantear el arreglo institucional. Nadie en el País ha intentado esto último, pero eso es lo que el País requiere: reglas nuevas y un gobierno capaz y dispuesto a hacerlas cumplir. Muchos reclamarán justicia revolucionaria ("meter a los corruptos al tambo"), pero para eso se requeriría un sistema judicial creíble que no existe; en las condiciones actuales, ese camino llevaría a un "michoacanazo": puro show sin final feliz, perdiéndose la gran oportunidad de transformación.

La alternativa es replantear las reglas del juego y comunicarlas bien: establecer un marco institucional nuevo -fundamentado en la ciudadanía y no en las corporaciones y organizaciones partidistas- y un marco legal idóneo para una sociedad que se propone transformarse. El intercambio dependería de la disposición de los poderes reales de la actualidad: si aceptan las nuevas reglas y se someten a ellas, su pasado quedaría libre; si no, se les aplicaría la ley y la fuerza sin miramiento. Mientras tanto, el nuevo gobernador mantendría una espada de Damocles, susceptible de utilizarse a la menor provocación.

Los nuevos gobernadores arriban a sus estados con un sinnúmero de deudas hacia quienes los apoyaron. Harían bien en recordar la forma en que Fiorino Laguardia rompió con todos ellos el día en que tomó posesión como Alcalde de Nueva York: "Mi primera calificación para esta gran función es mi monumental ingratitud". Por algún lado es imperativo comenzar.
Luis Rubio
www.cidac.org

 

 

Cómo empezó

El uso ritual o medicinal de las drogas es milenario. Lo moderno ha sido procesarlas como productos químicos, industrializarlas y promoverlas en mercados internacionales de consumo masivo para usos no rituales ni medicinales.

Quizá el primer caso histórico fue el de la East India Company. Con el apoyo del imperio británico, desarrolló en la India el mercado del té chino, y en China el mercado para el opio hindú. El opio se contrabandeaba, porque el gobierno chino lo prohibió (prefería recibir, a cambio del té, pesos de plata mexicanos, que los ingleses no fácilmente conseguían). Finalmente, la corona inglesa abrió el mercado chino a cañonazos, en las Guerras del Opio (1839-1842, 1856-1860).

La apertura comercial en México fue voluntaria. El mercado interno era pequeño, estaba cerrado y se repartía pacíficamente bajo la Presidencia absoluta. La delincuencia organizada, como toda la economía, tenía un solo jefe: el Señor Presidente. Operaba en un mercado protegido que no permitía la entrada de la delincuencia extranjera ni guerras internas entre capos. Hubo una apertura limitada en el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) y plena desde Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). Esto condujo a la Presidencia relativa (desde 1997) frente a poderes y capos que son sus propios jefes.

Los narcos colombianos fueron de los primeros empresarios que aprovecharon la apertura de México. Con mucho sentido operacional, hicieron ver a los mexicanos dedicados al contrabando que sus camiones estaban ocupados al 50 por ciento: iban vacíos a los Estados Unidos para traerlos llenos. Había oportunidades de sinergia: fletárselos para aumentar la ocupación al 100 por ciento; sin problemas, porque la droga iba de paso: no se producía ni consumía en el País.

El 15 de mayo de 1984, el Washington Post recibió a Miguel de la Madrid (que llegaba en visita oficial) con un golpe bajo. Una supuesta filtración de la CIA aseguraba que tenía en sus cuentas personales 162 millones de dólares (Jack Anderson, "Mexico makes its presidents millionaires"). Quince días después, el periodista Manuel Buendía, de Excélsior, quien investigaba la conexión entre narcos y políticos mexicanos, fue asesinado. Ocho meses después, Enrique Camarena Salazar, agente encubierto de la Drug Enforcement Agency, fue secuestrado en Guadalajara, torturado y asesinado.

La oportunidad para los transportistas mexicanos creció cuando los capos colombianos perdieron las rutas de Cuba y Panamá. La CIA descubrió la conexión cubana en 1988, y Castro prefirió cancelar el servicio y fusilar a su amigo el general Ochoa, para lavarse las manos. Los Estados Unidos invadieron Panamá en 1989, secuestraron al Presidente Noriega y se lo llevaron preso. Para los traficantes no quedó más vía de paso que México. El 18 de julio de 1990 renunció inesperadamente el Secretario de Marina, Mauricio Scheleske. El 23 de marzo de 1994 fue asesinado Luis Donaldo Colosio. En mayo de 1994, Eduardo Valle Espinosa no pudo capturar al jefe del Cártel del Golfo, renunció en la PGR y se fue a los Estados Unidos.

Los colombianos cometieron un error financiero. Pensaron que era una buena idea pagar el flete con droga, en vez de efectivo. Así convirtieron a sus transportistas en distribuidores, que pronto fueron sus competidores y finalmente se quedaron con el negocio. La desgracia para México fue que desarrollaron un mercado interno masivo, integrado desde la producción hasta el menudeo, el contrabando (de armas, materias primas, productos terminados y dólares en efectivo), la operación de filiales en los Estados Unidos y el lavado de dinero.

Lo peor de todo ha sido el narcomenudeo. Multiplica los cómplices (requiere varias veces más personal que el mayoreo), refuerza la corrupción tradicional, daña a las familias y facilita el desarrollo de otros servicios: secuestros, extorsiones, asaltos, trata de personas, administración municipal y procesos electorales. En algunas localidades, los narcos dejan de ser empresarios al margen de la ley para convertirse en las autoridades y la ley.

El interés común de los capos está en ponerse de acuerdo y repartirse el negocio clandestinamente, sin perder el tiempo o la vida en disputas territoriales. Los cárteles son precisamente la solución que consiste en dividir el territorio en monopolios geográficos separados, sin competir. Pero nada garantiza que los acuerdos se cumplan. Los capos, como los políticos mexicanos, no logran fácilmente ponerse de acuerdo en ausencia de un Supremo Árbitro.

La ambición (ilusoria) de reconstruir ese poder supremo hasta imponerse en el País como el capo di tutti capi hace feroz la guerra de todos contra todos, contra el Estado y contra la sociedad. En tal incertidumbre, la vida es "solitary, poor, nasty, brutish, and short", como dice Hobbes ("Leviathan", 30). O, como dice la canción: "No vale nada".

El problema no está en las drogas milenarias, sino en los grupos de asesinos que andan sueltos y deben ser encarcelados, vendan lo que vendan.
Gabriel Zaid

viernes, octubre 29, 2010

 

Lo que la Parca se llevó

No vaya a suceder aquí lo que acaba de pasar en Argentina: un precandidato presidencial se muere y, en consecuencia, sube la bolsa, suben los bonos, ¡y surge el optimismo económico dentro y fuera del País!
Eran los planes de Néstor Kirchner relevar a su esposa, Cristina Fernández, en la Presidencia en el 2011, suponemos que en un gesto de correspondencia al hecho de que en el 2007 ella lo relevó a él.
Considerado populista y autocrático, Kirchner era el poder detrás del poder, y en este año había asumido la secretaría general del Unasur. Colocaba sus piezas para presentarse a la elección de octubre del 2011, cuando la Parca lo llamó.
A los Kirchner se les imputan muchas cosas negativas, pero quizá la más grave desde el punto de vista macro es la de manipular las cifras de inflación.
Los economistas privados e independientes consideran que el número real de la inflación argentina supera el 22 por ciento anual, sin embargo, los Kirchner -acusados siempre de nepotismo- llenaron las filas del Instituto Nacional de Estadística y Censo con simpatizantes dóciles y, en consecuencia, el Gobierno argentino reconocía "oficialmente" sólo el 11 por ciento de inflación.

Se espera que, a menos que por su muerte surja un brote de simpatía hacia ella, la viuda de Kirchner pierda el apoyo del Partido Justicialista y no se presente para reelección en el 2011, abriendo las puertas a la oposición.
Según los expertos, esto genera la posibilidad de un gobierno "más amigable a los mercados" (y menos confrontacional).
Decía un cable: "La muerte del mandatario reduce la incertidumbre para los inversionistas".
La consecuencia de su muerte súbita bien podría sumarizarse en un epitafio así: "Néstor murió y Wall Street bailó".

El fenómeno de la política argentina es algo difícil de entender, todo el rollo de las dos EVITAS, la Guerra de las Malvinas, los Kirchner pasándose la Presidencia como si fuera chicle y todo ese primitivismo asociado motivan a dudar de la cordura del electorado.
Pero, bueno, ése es asunto de ellos y que Dios los bendiga.
Lo interesante es observar cómo una persona, un simple y MORTAL ser humano, cuando agarra poses mesiánicas, cuando genera apoyo POPULISTA con base en "corromper al pueblo con su propio dinero", como decía Alexis de Tocqueville, puede empinar a una nación otrora rica de una manera profunda y prolongada.
La Argentina era antes próspera y se le consideraba la envidia continental.
No es exageración para nada afirmar que en la década de los 30 y 40 la Argentina estaba a la par con Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y los otros países primermundistas en bienestar y prosperidad.
Se le consideraba "el granero del mundo".
Llegó el populismo peronista y acabó con toda esa prosperidad, abriendo el paso a una larga cadena de calamidades.

Ya antes hemos citado el famoso dicho de Von Bismarck: "Cualquier persona es capaz de aprender de sus propios errores. El verdaderamente inteligente es quien aprende de los errores de los demás".
Viene a colación este tema a raíz de la muerte de Néstor Kirchner debido a la asignatura electoral que tenemos pendiente los mexicanos: cambio presidencial en el 2012.
¿Acaso tenemos aquí aspirantes presidenciales populistas y autocráticos en el escenario nacional?
¡Sin duda!
Todo lo que se parezca a Evo Morales, a Hugo Chávez y a Néstor Kirchner es de este corte TÓXICO para la economía.

Nuestro peligro es mayor por la coyuntura tan especial por la que atravesamos.
La crisis de seguridad, los todavía altos índices de desempleo, la pobreza, la corrupción y todos los otros males que nos aquejan le abren la puerta a la demagogia y al populismo.
Si los dejamos que entren, estos males harán que nuestra de por sí precaria situación se agrave aún más, ya que el populismo nunca ha sido solución, sino problema.
Vemos a mucha gente DESESPERADA dispuesta a agarrarse hasta de un clavo ardiendo.
Bueno, ¡hasta a empresarios haciéndole caravanas al señor López hemos visto en los últimos días, nada más para que la midan!
Quizás por ello resulte ahora increíble que, 70 años después, el POPULISMO siga dominando el escenario político, que el pueblo siga siendo engatusado por cuentos chinos, que se adopten políticas económicas imprudentes e insensatas (como ésa de aplicarle un impuesto del 40 por ciento a las exportaciones de soya), de "defaultear" deuda soberana, de truquear las cifras de inflación, y así ad infinitum.
Nunca entenderemos cómo es que los pueblos no aprenden de sus errores y los repiten cíclicamente cuando alguien les dice lo que ellos quieren escuchar en determinado momento.

El abogado del pueblo 
fricase@elnorte.com

lunes, octubre 25, 2010

 

Más de la clase media

La esencia del pequeño, pero muy ilustrativo trabajo de De la Calle y Rubio es que hoy en México tenemos una clase media que, si hacemos caso a lo que la gente misma piensa, alcanza 80% de la población. Para no quedarnos sólo con lo que nos dicen estos autores, comparamos el martes su información con trabajos más cuantitativos, publicados por el PNUD, y concluíamos que la medición de quién es clasemediero y quién no depende, obviamente, de la definición de este término, que no es nada claro. Usando sólo el ingreso de las personas, las mediciones de la clase media pueden ir de poco más de 30% a poco más de 60% de los mexicanos. En cualquier caso, también estos estudios del PNUD indican que ha habido un crecimiento notable en la clase media en México de inicios de los 90 en adelante.

Más a favor de este crecimiento en la clase media lo aporta el trabajo de Gerardo Esquivel publicado en el volumen Declining Inequality in Latin America: A Decade of Progress? editado por Luis Felipe López Calva y Nora Lustig y publicado por la Brookings Institution. En el capítulo dedicado a México, que escribe Esquivel, la conclusión es bastante sólida: la desigualdad en México se ha reducido de mediados de los 90 en adelante. Las razones: una mejora en la relación salarial entre trabajadores calificados y no calificados, sumada a un incremento notorio en transferencias: remesas, Procampo y Oportunidades.

Es decir, los argumentos de De la Calle y Rubio soportan perfectamente el análisis metódico y cuantitativo. La evidencia dura económica indica que efectivamente hay un incremento en la clase media durante las últimas dos décadas, y en donde hay controversia es en la cantidad de personas que podemos calificar como clasemedieros, nada más. Uno podría decir que ése es el centro de la discusión, pero no es así. El centro del análisis de De la Calle y Rubio es que hoy vivimos en un país diferente, mucho más de clase media que en cualquier época anterior. Y eso, precisamente, es lo mismo que concluyen los trabajos más técnicos que hemos analizado.

Pero De la Calle y Rubio presentan mucho más información que el puro dinero, porque ser de clase media no es un asunto financiero, sino de consumo, que no es lo mismo. Si alguien se considera de clase media, actuará muy diferente de si se ubica a sí mismo en otro grupo social. La clase media, me parece, es más un asunto aspiracional, que implica un patrón de consumo muy diferente al de otros grupos sociales. Y esto incluye las ofertas políticas que los clasemedieros van a comprar.

El cambio en el consumo es brutal, lo decíamos el martes: ahora 80% de la población vive en casa propia, gracias en parte a que hoy tenemos más de 20 veces más créditos hipotecarios que en los 70. Y las casas en que vivimos los mexicanos son mucho mayores. Hoy 52% de la población vive en casas de 3 o más habitaciones; en 1960 esa proporción no llegaba a 20%. En otras palabras, la mitad de los mexicanos que nacieron en una casa de uno o dos cuartos tiene hoy una casa mayor para su familia. ¿Hay o no avance?

Y las viviendas no sólo han mejorado en tamaño, sino en calidad de vida. De 1970 a la fecha, las casas con drenaje han pasado del 32 al 86%; con agua corriente, de 59 a 93%, y con electricidad, de 42 a 98%.

Hoy hay cinco veces más autos en circulación que a inicios de los 80. Y esto nos ha complicado la vida con la importación de gasolina, por cierto, y con el tráfico, pero el cambio es también muy importante. En 1980 había un auto por cada 17 habitantes, hoy hay uno por cada cinco.

En nada más 15 años, la superficie de ventas en las tiendas ha pasado de 4.7 a 17.4 metros cuadrados por habitante, y las tiendas departamentales han crecido 44% en los últimos diez años. Con todo y crisis, hay más espacio para el comercio, pero también para el entretenimiento, que ha pasado de 218 establecimientos de espectáculos públicos en 1991 a 735 en 2007: se multiplicaron por más de tres veces en tres lustros.

Y en telecomunicaciones y cómputo, el cambio ha sido mucho mayor, evidentemente. Hace veinte años había 7 líneas telefónicas por cada cien habitantes, hoy hay 92. Las computadoras con acceso a Internet han pasado de 3 a 6 en menos de diez años; la televisión de paga ha crecido tres veces en menos de 15 años.

Como le busque uno, no hay salida: México tiene hoy muchas más personas en clase media, como la quiera uno definir, que en cualquier época pasada. Si les pregunta uno a ellos, 4 de cada 5 dirán que son clase media. Si les pregunta a los economistas, dirán que sólo 2, tal vez 3, deberían clasificarse ahí. En cualquier caso, esa clase media era mucho menor hace 20 años, y todavía mucho menor hace 40. Pero, como lo hemos comentado en otros espacios, buena parte de los políticos y los opinadores no se han dado cuenta de ese cambio, y creen que el país sigue siendo el mismo de los años 70 o tal vez de los 80.

Pues resulta que no, que ni siquiera somos parecidos al México que entró al TLC. Y para todos los que insisten en los graves costos de ese acuerdo, ahí están los datos que indican exactamente todo lo contrario: México ganó muchísimo con el TLC, empezando por una clase media mucho mayor.

El que no entienda lo que Luis De la Calle y Luis Rubio explican en "Clasemediero", se llamará a sorpresa con los cambios que viviremos los próximos dos años. Así que más vale ir leyendo…

Macario Schettino

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¿Estamos peor que antes? Yo no lo creo. Ahí están los datos para el que los quiera ver. Lo demás es necedad o discurso político.

Y pudiéramos estar mucho mejor si se hicieran las reformas estructurales que el país requiere. Pero hay grupos de poder (sindicatos, partidos políticos, empresarios) que no quieren que México avance, que les conviene mantener su coto de poder, seguir administrando la pobreza, y que siguen bloqueando esos cambios. ¿Identificas a quienes bloquean los cambios que el país requiere? Deberías.


miércoles, octubre 20, 2010

 

Más allá de la clase media

El libro Clasemediero, de Luis Rubio y Luis de la Calle, es una gran aportación a los debates sobre las futuras bases del desarrollo de la sociedad mexicana. Es una bomba de tiempo, en la medida que las tesis elaboradas en el tracto refutan consensos básicos de la sabiduría política convencional y uno que otro tabú. Es, pues, un libro políticamente incorrecto. Sin embargo, si las conclusiones tienen validez, los debates sobre crecimiento, desigualdad, empleo, y política económica en general, cambian en forma radical; las "implicaciones de esta nueva circunstancia son extraordinarias."

La tesis de que la sociedad mexicana es de clase media significa que la idea de una lucha de clases representa un mito genial de una corriente política desgastada, fuera de toda realidad contemporánea. Una sociedad de clase media, según el criterio de los autores, implica una población económica con "ingresos suficientes para poder vivir en una sociedad urbana" pero a la misma vez una disposición de no arriesgar "lo que ya logró" cosechar.

Una clase media es fruto de la soberanía del consumidor y, por tanto, de la competencia, apertura y estabilidad de precios. El riesgo de un futuro impuesto inflacionario es anatema a familias que, según el mismo criterio, tienen ingresos disponibles para un auto, una hipoteca, un televisor, una computadora, acceso a Internet y hasta una vacación ocasional.

Si la mayoría económica, como dice la obra, es representada por clasemedieros, los desafíos de política económica estarían por preservar ciertos logros alcanzados, como la estabilidad de la unidad de cuenta o la apertura al comercio exterior, a la vez que modificar otros discursos, sustituir la retórica del asistencialismo por la de la flexibilidad, o dar un mayor énfasis a un régimen facilitador en vez de a uno de sobre-reglamentación.

Éstas son ocurrencias, reflexiones que se derivan de los alcances de esta dramática tesis. En las palabras de los autores, la clase media "entraña una actitud", una actitud que además se define, no por afiliación partidista u orientación ideológica, sino por preservar (y mejorar) esta nueva posición económica.

Este debate es fresco, y bienvenido; y no tan sólo en los círculos nacionales. Vaya, si el país es mayoritariamente clasemediero, ello tiene implicaciones fundamentales para los vecinos del norte, tanto por su nuevo afán de impulsar las exportaciones, como por la eventual necesidad de profundizar los procesos de integración que dieron inicio hace más de dos décadas, aquellos tiempos cuando, en definitiva, no éramos clasemedieros…

Roberto Salinas León

rsalinas@eleconomista.com.mx

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A los populistas y demagogos no les conviene que los mexicanos seamos mayoritariamente clasemedieros, al menos no les conviene que la clase media sepa que son clase media y las repercusiones políticas y económicas de serlo. Se les acaba la administración de la pobreza que los mantiene pegados a la ubre del Erario. A los políticos les conviene una gorda burocracia justificada en la lucha contra la pobreza con subsidios y dádivas gubernamentales que nunca resuelven el problema.

 

 

Clasemedieros

Justo hace una semana, Luis de la Calle y Luis Rubio presentaron su libro "Clasemediero", publicado por CIDAC. Se trata de un muy breve texto que tiene como objetivo principal, entiendo, llamar la atención al cambio profundo que se ha vivido en México en las últimas dos décadas, y que ha dado como resultado que prácticamente el 80% de los mexicanos se considere a sí mismo precisamente como clasemediero.

Sin embargo, para un país que suele asumirse como pobre, y como habitado por pobres, esta afirmación de De la Calle y Rubio resulta chocante. En un par de artículos de este columnista haciendo referencia al tema, abundaron los comentarios de lectores que consideraban dicha afirmación como una muestra clara de locura del columnista, de total miopía social que hacía que este escribidor pareciera más vivir en Disneylandia que en la terrible y espantosa realidad nacional.

Desafortunadamente para esos lectores, y para miles más que consideran que somos cada día más pobres, toda la evidencia con que contamos indica exactamente lo contrario. México ha avanzado notoriamente en las últimas dos décadas en prácticamente cualquier medición que hagamos. Indudablemente, en esos cerca de veinte años tenemos la crisis de 1995, que empobreció a millones, y el alza de precios de bienes básicos de 2006 a 2008, que también tuvo un costo importante en bienestar, y finalmente la crisis externa de 2008-2009, que no salió gratis. Pero, con todo y ello, los mexicanos vivimos mejor, en general, que en cualquier época anterior. Más aún, 4 de cada 5 mexicanos se considera a sí mismo de clase media.

La definición de clase media es inexistente. Y ahí empiezan los problemas. Cuando uno habla de clase media, cada quien entiende lo que quiera, porque no hay una definición que todo mundo acepte. El concepto de una clase que no es ni rica ni pobre, aunque tiene milenios (De la Calle y Rubio recuerdan que Aristóteles hablaba de ese tercer grupo), en tiempos modernos es un subproducto de las ideas marxistas. Cuando Marx define a la sociedad en términos de la disputa entre burgueses (capitalistas, dueños, como les quiera llamar) y proletarios (obreros), le sobran muchas personas que no tienen cabida en su explicación. Todos ellos acaban siendo clase media, pero sin ninguna explicación de cuál es su papel en esa sociedad imaginaria de Carlos Marx.

En consecuencia, no sabemos qué es clase media. Le decimos así a quienes no son pobres ni ricos, pero como tampoco sabemos bien cómo definir pobreza, pues estamos arreglados. Dependiendo de la definición de pobreza, todos los que no caigan ahí serán clase media, a menos que sean ricos, que tampoco sabemos cómo definir.

Precisamente una de las críticas al libro de De la Calle y Rubio es que parten de la autoclasificación de las personas. Si alguien se considera a sí mismo de clase media, pues así será. Esta decisión de los autores, sin embargo, no es ni arbitraria ni puede descalificarse así nada más. Si la clase media no es un asunto de ingresos únicamente, sino sobre todo de forma de vida, entonces la autoclasificación de las personas es mucho más importante que su ingreso. Dicho de otra manera, si formar parte de la clase media es tener un comportamiento diferente al de pobres y ricos, lo relevante no es si un externo nos considera clasemedieros o no, sino cómo es que nosotros nos consideramos, porque eso coincidirá con nuestro comportamiento.

De cualquier forma, cuando uno hace estudios acerca de la clase media utilizando información de ingresos, el asunto no cambia mucho. Hay un par de documentos de trabajo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, de este año, que tratan el tema. Uno de ellos, de Hertova, López Calva y Ortiz Juarez, ("Bigger… but Stronger? The middle class in Chile and Mexico in the Last Decade" ID-02-2010), después de luchar un rato con diferentes definiciones de ingreso, la conclusión de los investigadores es que efectivamente hay un incremento notorio en la clase media de inicios de los noventa a mediados de la década pasada. Por las definiciones utilizadas, la clase media no es el 80% de la autoclasificación, pero sí es cercana al 60%. Un dato interesante adicional es que encuentran que la movilidad entre grupos (pobres, clase media y ricos) es similar en Chile y México, de alrededor de 16%. Ese porcentaje se mueve entre grupos, clasemedieros que empobrecen, pobres que se hacen clase media, clasemedieros que enriquecen, etc.

El otro texto del PNUD, de Cruces, López Calva y Battiston ("Down and Out or Up and in? In search of Latin America's Elusive Middle Class", ID-03-2010) intenta encontrar una medición más sólida de la clase media haciendo uso de técnicas estadísticas poco comunes en economía, pero muy frecuentes en mercadotecnia. Lo que encuentran es que, con base en el ingreso, la clase media es mucho más pequeña de lo que reporta el otro documento. Es una muestra muy clara de que los datos determinan el resultado, de forma que los autores terminan su texto sugiriendo que hay que incluir otras cosas, además del ingreso, para definir bien la clase media.

Precisamente por ello estos trabajos no aportan mucho, porque reducen su análisis solamente al ingreso de las personas. Y en esto, el libro de De la Calle y Rubio es mucho más útil. Si clase media implica ciertas características en lo que se consume, vale la pena incorporar ese consumo para entender mejor de lo que hablamos. Y De la Calle y Rubio presentan estos datos. Por ejemplo, la vivienda: en el 2000, 80% de los mexicanos vivía ya en casa propia. A diferencia de lo que uno se imagina, 29% vive en una casa con cuatro o más habitaciones, frente a 23% que vive en una casa de una sola habitación. Compare con 1960, cuando sólo 10% tenía 4 habitaciones, y 56% vivían en un cuarto. Hoy hay 19 millones de autos, frente a 4 millones en 1980.

Macario Schettino

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Macario Schettino se dedica al análisis de la realidad, en particular la de México, desde una perspectiva multidisciplinaria: social, política y económica.

Actualmente es profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México. Ha sido director de investigación en la misma institución, así como coordinador de planeación en el Gobierno del Distrito Federal y en el periódico EL UNIVERSAL, en donde también se desempeñó como director de Negocios.

Macario Schettino estudió la carrera de Ingeniero Químico y de Sistemas en el Tecnológico de Monterrey; la maestría en Economía en el CIDE, y el doctorado en Administración del programa ITESM-Universidad de Texas en Austin. Es candidato al doctorado en Historia por la Universidad Iberoamericana.

Ha publicado artículos en revistas especializadas y de divulgación. Ha impartido conferencias en diversas universidades de México y el extranjero, así como en congresos de organismos empresariales. Es colaborador editorial y financiero de EL UNIVERSAL. Colabora también como editorialista con Joaquín López Dóriga, en Televisa. Es colaborador de W Radio.

Ha publicado quince libros, entre ellos: "Para Reconstruir México" y "Paisajes del 'nuevo régimen'", con editorial Océano, además de varios libros de texto con Prentice-Hall. El libro más reciente es "Cien años de confusión. México en el siglo XX", con editorial Taurus.


domingo, octubre 17, 2010

 

Clasemedieros

La sociedad mexicana está cambiando de manera vertiginosa y en el camino ha logrado que la mayoría de la población sea de clase media. Esto que comenzó a ser obvio con el triunfo de Felipe Calderón en las pasadas elecciones presidenciales constituye una verdadera revolución. En contraste con López Obrador, Calderón entendió con meridiana claridad que la población mexicana se estaba convirtiendo en una sociedad mayoritariamente de clase media. Las implicaciones económicas, políticas y sociales de esta nueva circunstancia son extraordinarias.

El concepto de clase media es difícil de establecer y complejo de asir, pero no por eso deja de ser menos real y, sobre todo, políticamente relevante. Para quienes enfocan a las clases sociales desde una perspectiva marxista (propietarios de medios de producción o explotadores vs. obreros), la noción de "clases medias" es en buena medida repugnante. Sin embargo, prácticamente todas las sociedades modernas, y ciertamente todas las sociedades desarrolladas, tienen una característica común: la mayoría de su población tiene ingresos suficientes para poder vivir en una sociedad urbana, quiere mejorar su posición de manera sistemática y no está dispuesta a arriesgar lo que ya logró.

En un libro sobre los "clasemedieros" Luis de la Calle y un servidor argumentamos que, más allá del ingreso, la clase media entraña sobre todo una actitud. Una persona es de clase media cuando tiene una mínima independencia económica aunque poca influencia política, al menos en lo individual. El término incluye a profesionales, comerciantes, burócratas, empleados, académicos, todos los cuales tienen un ingreso familiar suficiente para no preocuparse por su sobrevivencia. Las encuestas revelan que la mayoría de los mexicanos se autodefinen como de clase media y, más importante, que se han convertido en el segmento políticamente más relevante de la sociedad porque han abandonado una pertenencia partidista rígida. Se trata de la parte de la sociedad que integra a los votantes que los encuestólogos denominan "indecisos" no porque no sepan qué quieren, sino porque están dispuestos a considerar cualquier opción electoral.

La forma en que los encuestólogos emplean el término se refiere casi siempre a valores y actitudes: contar con una casa propia, tener un automóvil, percibir el empleo como permanente, consumir (o aspirar a consumir) cierto tipo de bienes. En Estados Unidos, por ejemplo, el segmento de clase media incluye a cerca del 75 por ciento de su población, aquella con un ingreso familiar de entre 25 mil y 100 mil dólares anuales.

En México no existen definiciones convencionales y comúnmente aceptadas de qué constituye la clase media en parte porque nuestros políticos se enfocan hacia la pobreza. Al hacerlo, han ignorado la forma tan estruendosa en que se ha transformado la sociedad mexicana. El segmento creciente de la población que ya no es pobre y que puede darse algunos lujos (ir al cine, vacaciones, comprar diversos bienes) se siente de clase media y quiere proteger ese status. Este hecho, el de tener un sentido de propiedad, pertenencia y el derecho a preservarlo, fue sin duda un factor definitorio de la elección presidencial más reciente.

La historia de la elección de 2006 es aleccionadora sobre cómo ha cambiado el país. Según diversas encuestas, la población de en medio, la que percibe un ingreso familiar de entre 9 y 15 salarios mínimos, titubeó a lo largo del proceso y acabó favoreciendo a Felipe Calderón, decidiendo así el resultado.

Según un estudioso de las encuestas, esa población que modificó su voto en diversos momentos se caracteriza por elementos como los siguientes: en los últimos años logró comprar una casa; tiene tarjetas de crédito cercanas al tope; entiende que el futuro de sus hijos depende de contar con habilidades en el uso de una computadora, altos niveles de educación y dominar otros idiomas; cuenta con automóvil y aspira a elevar su nivel de consumo de manera sistemática. Se trata de un concepto elástico que incluye igual tanto a familias que apenas lograron satisfacer las condiciones mínimas de estabilidad económica y que se encuentran en riesgo de perder lo que han alcanzado, como a familias relativamente acomodadas que no enfrentan riesgo alguno.

La lección de la elección pasada es que el segmento clave de la población mexicana es precisamente el de las clases medias. Quizá no sería aventurado afirmar que las bases políticas tradicionales ya no son el factor decisivo en materia electoral y que sólo aquellos liderazgos capaces de comprender la forma en que está cambiando nuestra sociedad podrán encabezar la próxima etapa de desarrollo del país. A pesar de la aparente parálisis, la realidad es que el país cambia con celeridad, arrojando realidades que todavía no penetran el discurso o, incluso, la comprensión política.

México se está convirtiendo en un país mayoritariamente de clase media. El tráfico en las ciudades es quizá el indicador más evidente de la transformación que experimenta, pero los indicadores que lo demuestran son muchos y muy diversos: el tipo de empleo, la venta de casas, la escolaridad de los hijos, la proporción de mujeres en la fuerza laboral, la calidad de la vivienda, la compra de seguros, el tipo de hospitales, las salas de cines, el turismo, las universidades, etcétera. El hecho de que la mayoría de la población se pudiera agrupar bajo este rubro no niega la problemática social del país ni disminuye la pobreza y marginalidad que caracteriza a un gran número de mexicanos, pero sí evidencia que el país está cambiando en la dirección deseable.

La gran pregunta para el futuro, pregunta con enormes implicaciones políticas, sociales, económicas y, sin duda, electorales, es cómo acelerar la transformación de la sociedad mexicana a fin de afianzar los logros de esa incipiente mayoría de clase media y sumar a un cada vez mayor número de familias que se encuentran por debajo de esa definición. Hace 10 años, una pequeña modificación regulatoria liberó el mercado de hipotecas, haciendo posible que millones de familias adquirieran una casa, consolidando a la clase media mexicana. Siendo así, ¿qué no haría una modificación de las leyes laborales y fiscales?
Luis Rubio
www.cidac.org

 

miércoles, octubre 13, 2010

 

Clasemedieros

"En todas las polis hay tres clases de comunidad: los muy ricos, los muy pobres y los terceros". Aristóteles
 
Estamos acostumbrados a que se nos considere un país pobre. Nuestros políticos, de hecho, han sacado amplio kilometraje de esta idea. Lo que nos dicen Luis de la Calle y Luis Rubio, dos de los más inteligentes analistas de la realidad política de nuestro país, sin embargo, es que la idea es falsa. Para bien o para mal, México es un país clasemediero.

En un libro publicado por el Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C. (CIDAC), los Luises reconocen las dificultades de definir qué significa pertenecer a la clase media, ya que ésta refleja actitudes y niveles educativos antes que una simple suma de ingresos.

La urbanización, el aumento del número de escuelas privadas así como de sus maestros y estudiantes, la mayor disponibilidad de los medios masivos de comunicación, el aumento del nivel educativo y la posesión de un ingreso disponible para gastos no indispensables definen a la clase media.

De hecho, los autores concluyen que "la población de clase media es mayoría en el País... Aunque los políticos tienden a pensar en el País como una sociedad esencialmente pobre, la realidad es que la mayoría de la población ya evidencia otro tipo de patrones de comportamiento, lo que sin duda tiene efectos de enorme trascendencia no sólo en el consumo, sino también en las preferencias políticas, patrones de voto y comportamiento social e individual".

El gran error político de Andrés Manuel López Obrador en el 2006 fue no entender el peso de esa clase media entre la población mexicana. La clase media se ha convertido en el fiel de la balanza en las competencias políticas y no tiene una identificación partidista clara. El crecimiento de los votantes independientes es un indicador de la identidad de un país clasemediero.

El crecimiento de las clases medias en nuestro país es producto de varios factores. Las remesas han sido uno de ellos. La tan despreciada estabilidad económica y monetaria ha sido otro, especialmente porque ha impedido que el ahorro sea destruido cíclicamente. La reducción de la tasa de fertilidad ha llevado también a la construcción de este sector de la sociedad. En muchos casos las familias de clase media lo son no porque los sueldos individuales sean mejores, sino porque hay un mayor número de personas trabajando en el hogar y un menor número de dependientes económicos.

Un factor muy poderoso ha sido el libre comercio, el cual ha permitido la disponibilidad de un mayor número de productos a menor precio. El llamado "fenómeno Walmart" ha transformado la canasta de consumo del país.

El libro "Clasemediero" advierte, por otra parte, que al parecer hay una "subestimación sistémica" del Producto Interno Bruto que nos hace parecer más pobres de lo que realmente somos. La falta de ponderación adecuada en las estadísticas oficiales al sector servicios y a la economía informal parecería ser un factor importante en esta situación.

"Hace sólo medio siglo, 80 por ciento de los mexicanos era pobre y, por lo tanto, también lo era el país. Hoy la mayoría no es pobre y, por extensión, el país tampoco lo es, aunque exista todavía pobreza extendida". El que México sea un país de clase media puede tener consecuencias enormes en la política, la economía y las perspectivas nacionales. Por eso es indispensable la lectura de un libro como "Clasemediero", en que Luis Rubio y Luis de la Calle cuestionan el dogma tantas veces repetido de que México sigue siendo un país pobre.

 
Transferencias
 
"Clasemediero" señala que las cifras oficiales revelan un aumento de los ingresos familiares entre el 2004 y el 2006, para sufrir una caída en el 2008. El incremento en un año electoral es en buena medida producto de las transferencias en especie. La costumbre de los políticos de regalar cosas para comprar el voto en las elecciones se ha hecho tan grande que se registra ya en los estudios de gasto-ingreso de las familias que realiza el INEGI.

Sergio Sarmiento 
www.sergiosarmiento.com
 

domingo, octubre 03, 2010

 

¿Qué vamos a hacer?

Por si alguien todavía tenía dudas, el narcoterrorismo es una realidad en
#NuevoLeón y #Tamaulipas, el granadazo de anoche en #Guadalupe lo confirma.
Para esos que dicen que la violencia es culpa del Gobierno Federal, ¿me
podrían explicar cómo los granadazos a civiles inocentes caen en ese
escenario?
¿Cuál es el interés del crimen organizado para atentar contra civiles
inocentes? ¿Que mensaje quieren enviar? ¿A quien va dirigido?
¿Quién está combatiendo al crimen organizado hoy? ¿A quien beneficiaría
directamente si las fuerzas armadas dejan de combatir al crimen organizado?
#mty #NL
Los ataques directos a civiles inocentes buscan crear miedo en la población.
Terror. La gente quiere paz, tranquilidad. ¿Quién se las dará?

El mensaje es claro: "me dejas trabajar o seguiré dañando a la población,
dile adiós a tus votos" ¿Qué harán los políticos que viven del Erario?
El mensaje es claro: "negocias conmigo, como era antes, o seguiré dañando a
la gente, tus votos". ¿Qué harán quienes viven del Erario? #Mty #NL

Sigo esperando propuestas de los que piden cambio estrategia: ¿Cómo detener
a esos sicarios hoy domingo 3 de Octubre que matan, extorsionan, secuestran?
La estrategia ha fallado porque los gobernadores y alcaldes no están
haciendo su parte, por acción u omisión, dejan crecer problema #NL
#Tamaulipas
Las policías estatales, las municipales, los tránsitos, inspectores de
alcoholes, notarios públicos, secretarios de obras públicas, están
corrompidos. #mty
Toda esa corrupción no es reciente, es de muchos años. Y gobernadores y
alcaldes no quieren/pueden limpiarla, son parte de ella. #Mty #monterrey
Así tenemos el ejemplo mas claro #RodrigoMedina que prefiere gastar casi $2
millones de pesos diarios en imagen que en depurar y fortalecer policías.
#Mty #Monterrey
Claro q el combate directo al crimen org x fzas armadas no debe ser la única
acción pero gobers y alcaldes no han hecho nada en 4 años!!!

El narcoterrorismo ya está aquí, y si es narcoinsurgencia porque quieren
presionar por cambios políticos en el país: que los dejen trabajar en la
impunidad como antes.
La pregunta para todos nosotros es: ¿aceptaremos que nos secuestren,
extorsionen, y envenenen solo para que no haya granadazos y bajas de gente
inocente?
¿Preferiremos que siga el crimen organizado robando, secuestrando,
extorsionando, pero en lo oscurito como antes, mientras no haya narcoterror?
#fb
Si, es cierto que hace falta más y sobre todo mejor educación para los
jóvenes, empleos, deporte, etc. Pero eso, si se hace, tardará muchos años.
¿Y mientras tanto qué? ¿Que nos sigan secuestrando, extorsionando, robando?
¿Aceptaremos eso mientras no haya narcoterror?

Yo me niego. ¿Y tu? ¿Tienes el valor o te vale?

Hay que denunciar directamente con el ejército, de manera anónima. Tenemos
que ser parte de la solución, no del problema. Somos más los que queremos
paz, hay que apoyar a los únicos que están haciendo algo para combatir el
problema.

Dany Portales


sábado, octubre 02, 2010

 

Lo que pasa allá (en EUA)

Gil Kerlikowske, zar antidrogas de la Casa Blanca, fue contundente: "La legalización se está vendiendo en Estados Unidos como una idea para reducir la violencia en México, para mejorar la economía de las comunidades y la procuración de justicia, pero todas son falsedades".

Y añadió: "Lo tenemos claro: este tipo de medidas (legalización de la mariguana en California) no pueden ser útiles, sino dañinas".

La declaración tuvo, sin duda, dedicatoria. Se refería implícitamente a la convocatoria de Felipe Calderón para abrir un debate sobre la legalización de las drogas en México.

La postura de Kerlikowske y de la Casa Blanca tiene varios puntos débiles. El primero es subestimar el hecho que en 14 estados de la Unión Americana la cannabis está permitida para usos medicinales.

En California la mariguana se puede obtener con receta para trastornos como el insomnio o la ansiedad. Su prescripción es completamente laxa. Pero además, el próximo 2 de noviembre se votará un referéndum para legalizar su consumo recreativo -por el momento, las encuestas son favorables a la iniciativa-.

No hay, pues, consistencia. ¿Con qué autoridad moral se le exige a México mantenerse en el combate contra las drogas, con un costo de 28 mil asesinatos en cuatro años, cuando en Estados Unidos se está transitando hacia la legalización medicinal y hasta recreativa de la cannabis?

Poco importa que, como advierte Kerlikowske, la posición de la Casa Blanca sea contraria a lo que está ocurriendo en California. El hecho es que se está avanzando en ese sentido y el Gobierno federal no tiene los medios ni la intención de revertir el proceso.

El zar tampoco acierta en la descalificación de la estrategia. La legalización de la mariguana, como en su momento el fin de la prohibición del alcohol en los años 30, sí tendría un efecto sobre el grado de violencia en México.

Baste considerar que una parte sustantiva de los ingresos de los cárteles provienen justamente del comercio de la cannabis. De hecho, sobran testimonios: la legalización del uso medicinal ha reducido el mercado negro y la violencia en los condados de California.

Pero hay, además, otros elementos que son contradictorios en la estrategia de la Casa Blanca. En la página oficial de la Drug Enforcement Administration (DEA) se consignan las 21 acciones más importantes contra el crimen organizado de 2007 a 2010.

La gran mayoría de esas operaciones se realizaron, dentro o fuera de Estados Unidos, contra cárteles mexicanos. No hay, en consecuencia, la detención ni la consignación de un solo capo o cártel estadounidense en estos cuatro años.

De hecho, la operación más importante contra una red estadounidense se emprendió en la Universidad Estatal de San Diego (6 de mayo de 2008). El saldo habla por sí solo: se detuvo a 96 individuos, incluidos 75 estudiantes que vendían o compraban mariguana, cocaína o éxtasis.

De estos datos se pueden sacar conclusiones: la primera es que la DEA centra sus operaciones -dentro y fuera de Estados Unidos- contra los cárteles que introducen mariguana, cocaína, anfetaminas y otras. Pero la distribución y el comercio interno de esas drogas no es perseguido con la misma severidad.

Me explico. La mariguana tiene una especificidad: se produce en todas partes. La Oficina para las Drogas y el Delito de la Organización de las Naciones Unidas (UNDOC, World Drug Report, 2010) estima que en 2008 se cultivaron un promedio de 5 mil 249 toneladas en Estados Unidos, contra 21 mil 500 toneladas en México.

La diferencia entre ambos países es muy importante, pero también es cierto que la requisa de mariguana estadounidense va en aumento y confirma que cada día se cultiva más en Estados Unidos (la erradicación de plantas creció en más de 300 por ciento entre 2004 y 2009).

Según la propia DEA, en 2008 decomisó 660 toneladas que equivale al 11 por ciento del total que se habría producido en Estados Unidos y a un porcentaje mucho menor del monto (incluida la "importación") que habría circulado efectivamente.

Con un agregado. Los consumidores californianos consideran a la cannabis mexicana de muy baja calidad.

Y no les falta razón. La forma de cultivo debe ser muy superior en Estados Unidos, tal como lo demuestra la reciente autorización del condado de Oakland a cuatro empresas para producirla industrialmente.

El tráfico de cocaína plantea otra serie de interrogantes. El mercado estadounidense tiene un valor de 35 mil millones de dólares. De los cuales, 24 mil 200 millones se quedarían en manos de vendedores al menudeo (La Jornada, 26 de julio del 2010). ¿Pero de qué estructura criminal estamos hablando? ¿De una federación de pequeños, muy pequeños, brokers sin mafias ni capos que la controlen? ¿O se trata de una estrategia deliberada que busca fundamentalmente estrangular la oferta del exterior?

Si las respuestas a todas esas preguntas fueran positivas, las iniciativas de la Casa Blanca sobre México cobrarían un cariz particular. Porque estaríamos ante una estrategia que, muy probablemente, explicaría por qué los niveles de violencia son menores allá.

Finalmente hay que considerar que mientras la Casa Blanca exige una cooperación total y absoluta, no puede siquiera comprometerse a controlar la venta de armas en la frontera, que es clave para combatir a los cárteles acá.

En suma, lo que ocurre en Estados Unidos es más complejo y contradictorio que las políticas que fija Washington. De ahí que haya que preguntarse qué es lo que realmente pasa allá. Porque en México la situación es cada vez más complicada y no se ve luz a final del túnel.
 
Jaime Sánchez Susarrey
 
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Los EUA no intentan resolver el problema del narcotráfico, pues saben que no puede resolverse. Mientras haya gente que quiera drogarse, habrá quien quiera satisfacer esa demanda. Por eso los gringo se han dedicado a administrar el problema controlando la oferta (por medio de terceros países) para mantener el problema de drogadicción en un nivel aceptable para su sociedad. Sin embargo los muertos los estamos poniendo nosotros. No se vale. Hay que obligarlos a hacerse responsables.

 

Los príncipes mexicanos

Los gobernadores mexicanos están convertidos en verdaderos príncipes. Actúan como soberanos en un país que supuestamente es una república. A nadie le rinden cuentas y sus debilidades se magnifican. De poco o nada nos sirve que no sean eternos en el puesto, porque los que sustituyen a otros rápidamente caen en lo mismo.

Nuestro México es algo irreconocible. Me encuentro en Estados Unidos a compatriotas que ya migraron simplemente porque consideran que tanto ellos como su familia están en riesgo. Ya no somos atractivo turístico, ya no somos un pueblo pacífico, ya no somos un ejemplo de trabajo, ya no somos tantas cosas que apenas hace unos años creíamos haber conquistado.

Comparemos cómo nos sentimos ahora y cómo se sentía el País a los pocos días de haber ganado Vicente Fox la Presidencia. Eso no quiere decir que Fox sea el culpable de la debacle que vivimos. Él puede ser culpable de algunos pecados de omisión, pero la historia es más complicada que eso, como suele ser.

Con la muerte de Colosio, el PRI se suicidó temporalmente, sea que se le pueda o no imputar haber tenido algo que ver con el asesinato en Tijuana. La designación de Zedillo resultó ser de un tipo que estaba en la frontera del priismo, con un pie adentro y otro afuera, del cielo le cayó la designación y de otro cielo los titubeos e indecisiones de Diego que le permitieron ganar la elección.

Toda una combinación de cosas raras sucedieron que obligaron a Zedillo a abrir las arcas federales en favor de estados y municipios. Con la derrota del PRI en el Congreso federal, los borbollones de dinero fluyeron hacia los estados, que sin rubor alguno tratan a los municipios con la misma frialdad y falta de transparencia que la Federación los trataba a ellos.

Para cuando llega Fox al poder, los gobernadores tenían ya tres años de estar recibiendo recursos que podían gastar a placer. Dado que Fox decidió no sacar el chicotito presidencial para poner a raya a los gobernadores, éstos se convirtieron en los nuevos principitos, los nuevos caciques regionales, con mucho dinero que gastar y pocas cuentas que rendir.

En todo el sexenio de Fox los gobernadores siguieron apuntalándose, y ante el vacío de autoridad, la fortaleza priista migró hacia los estados y los presupuestos con recursos de sobra para hacer política. Así los gobernadores priistas empezaron a prevalecer sobre el PRI central, debilitado tras el zedillato. Cada gobernador pudo poner candidato sin tener que responder a un criterio central.

Este empoderamiento de los gobernadores se dio al mismo tiempo que se desmantelaba el control federal sobre el negocio del narco. Vicente Fox dio pasos decisivos para tener control sobre el Ejército y obligarlo a dejar de servir a los narcos al estilo del gobierno priista. Lo que Fox no malició es que en política, e igual en narcotráfico, no hay vacíos de poder y cuando se crean se llenan a gran velocidad.

El vacío dejado por el Gobierno federal fue llenado por los gobernadores o sus allegados, quienes, sin mucho batallar, empezaron a vender plazas al por mayor. Esta descentralización operativa, como en cualquier empresa, hubiera requerido de una gran coordinación central, pero como no había autoridad priista central, esto se convirtió en un verdadero desbarajuste.

Las rutas establecidas para traficar las drogas se atomizaron y se generó un verdadero mercado libre, pero de plazas en venta por los gobernadores o los consentidos o tolerados por ellos. De nuevo, insisto, en esto no hay vacíos de poder.

Los priistas, al fin desprovistos de toda consideración ética o moral, como siempre han estado, aplican la vieja táctica del pan y el palo. Dan palos al gobierno con ataques desmesurados contra la estrategia antinarco, y por otro lado sostienen que ellos son muy prudentes y sabios y que si por ellos fuera imperaría la paz negociada. Ésta es la paz que ellos le venden a la ciudadanía como receta preelectoral.

La ingobernabilidad es visible en casi todas partes y no hay consecuencias porque el Gobierno federal no acaba de hacer el diagnóstico correcto del verdadero problema, de cómo se originaron los príncipes en el poder y lo que hay que hacer para restaurar la república.

Javier Livas 
javierlivas@mac.com
 
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Si la guerra contra el crimen organizado se está perdiendo, si estamos acercándonos a ser un Estado fallido, los principales responsables son los gobernadores, que sólo se han dedicado a gastar el dinero del Erario, a enriquecerse ellos y sus cuates, y han dejado de aplicar la ley, han volteado (en el mejor de los casos) hacia otro lado y se han lavado las manos. Dicen que el narcotráfico no cae dentro de sus responsabilidades, pero se les olvida que el secuestro, la extorsión, los asesinatos, si son delitos del fuero común.

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