martes, agosto 21, 2012

 

+ El Yo soy132 como PRI de antes INDICADOR POLÍTICO

+ La democracia, un mero pretexto

El movimiento estudiantil YoSoy132 se salió de control, perdió identidad y se perfila como organización anarquista y antisistémica.

Su fervor por la democracia es una mera pose demagógica porque en realidad se trata de una organización autoritaria que dice buscar la democracia pero se la ha pasado atacando las instituciones democráticas; y dice luchar contra la imposición de Enrique Peña Nieto pero en el fondo esconde su intención de imponer a Andrés Manuel López Obrador al margen de las instituciones democráticas.

A pesar de --o a lo mejor por-- estar formado por estudiantes de educación superior de instituciones privadas y públicas, el 132 ha definido autoritariamente su propia democracia, aunque es la hora en que se niegan a aceptar sus modelos de democracia: el 132 representa una democracia de masas y en movimiento y lucha contra la democracia representativa que define la Constitución.

Si se revisan los posicionamientos respecto a las elecciones, desde la campaña contra el PRI y Peña Nieto hasta la estrategia para bloquear e impedir la toma de posesión del ganador que determinen las instituciones electorales, el 132 pugna por imponer autoritariamente su voluntad, muy al estilo de la democracia de masas liderada por caudillos.

La democracia de masas depende de la movilización, del bloqueo en las calles, de tomar por asalto casetas de autopistas para violar la ley dejando pasar automovilistas sin pagar, de bloquear los accesos a medios de comunicación que ellos consideran que colaboraron con la política mediática de Peña Nieto y con ello tratar de obligar a un medio de comunicación privado a asumir la política informativa del 132 y no la que determinen las definiciones de las empresas. Asimismo, el 132 ya avisó que no respetará el resultado oficial de las instituciones electorales sin presentar --a pesar de estar formado por estudiantes e investigadores de nivel superior-- pruebas de sus dichos; ahí es donde el 132 es voluntaristamente autoritario: es su opinión… y punto, se debe acatar, aunque la democracia es el sistema de ejercicio de la libertad de expresión donde cada quien puede exponer libremente sus ideas.

El domingo, alguna de las tantas facciones del 132 estudiantil decidió bloquear uno de los accesos al edificio del periódico Milenio en nombre de la democracia y por no estar de acuerdo con la política editorial de ese medio privado de comunicación. Al bloqueo se unió otra fracción del 132 formado por la "asamblea de posgrados" de la UNAM, es decir, de nivel de maestría y doctorado. Hasta donde se tienen datos, ninguno de los estudiantes o profesores del 132 se ha preocupado por presentar algún ensayo o investigación académica que pruebe científicamente que Televisa o Milenio violentaron el equilibrio informativo.

Ahí es donde se percibe la pobreza intelectual y científica de los estudiantes y profesores del 132 y su degradación a vándalos callejeros que usan la violencia social callejera para desacreditar a adversarios, cuando en una democracia real existen espacios deliberativos, de confrontación y de difusión de ideas críticas. Por tanto, el pensamiento político e ideológico del 132 es autoritario y, peor aún, totalitario porque quiere imponer, en un escenario de construcción democrática, su versión de una realidad como la única; paradójicamente, se trata de un comportamiento exactamente igual al PRI del viejo régimen cuando imponía su enfoque de la realidad como único.

El 132 no ha abierto mesas de debates, no ha dialogado críticamente con los analistas de los medios cuestionados, no ha enriquecido el debate con ideas; sus impugnaciones son dogmáticas, con frases chuscas o insultantes en carteles exhibidos en marchas, carecen de un marco teórico indispensable, obviamente se salen de los canales institucionales porque sus demandas no resisten el análisis científico de la realidad. Es más fácil bloquear Televisa y Milenio que promover algún debate de ideas sobre el papel de la televisión o realizar investigaciones de contenido sobre los medios.

En este sentido el 132 es víctima de sus propias críticas: se hunden en las redes sociales que son mecanismos de interrelación pero no de análisis de fondo. Por ello es que es más fácil una frase chistosa en 140 caracteres que un ensayo analítico sobre el futuro de la sociedad o los escenarios del corto plazo o el papel de los medios. El grito callejero y el plantón sustituyen el debate de ideas. ¿Quién del 132 ha escrito algún ensayo sobre la transición, el pasado del PRI, el futuro de la restauración? La foto de ayer del plantón de Milenio presenta a militantes echando la güeva en sillas, alguno de ellos dormido, en lugar de haber montado una mesa para debatir políticas editoriales con periodistas de ese medio o de Televisa.

Lo grave de las posiciones estridentes del 132 radican en lo que pudiera considerarse la negación de la democracia: imponer por la fuerza la voluntad de una minoría rebelde por encima de la participación de una mayoría institucional: Peña ganó por 3.4 millones de votos a López Obrador, el PRD y sus aliados representaron el 30% del electorado y el 132 es una coalición gelatinosa de grupúsculos de presión sin una esencia política. Si los estudiantes del 132 han ido a la universidad para terminar como los Panchos Villas cerrando casetas de autopistas, entonces el sistema educativo mexicano ha sido un fracaso.

Así, el 132 ha derivado en un vandalismo callejero y está muy lejano de una organización de estudiantes de educación superior debatiendo la democracia. El 132 llamó la atención por la juventud de sus miembros, pero parece que la dirección política del movimiento está en manos de los profesionales de la industria de la protesta. Si es así, los padres de familia tendrían todo el derecho de exigir a las escuelas de sus hijos la devolución de las colegiaturas porque seguro los enviaron a estudiar ideas y no a graduarse en plantones y marchas.

www.grupotransicion.com.mx

carlosramirezh@hotmail.com

@carlosramirezh


sábado, agosto 11, 2012

 

Compra devotos

No entiendo qué quiere Andrés Manuel López Obrador con su impugnación de la elección. A menos que se trate de comprar devotos. A AMLO le encanta que lo sigan y le den por su lado. Devotos son los seguidores que lo han mantenido políticamente vivo, le han financiado sus giras por todo México, a pesar de lo obsoleto de sus posturas.

La impugnación de AMLO ante el Trife llega sin vida. Es imposible de los imposibles que el Trife vaya a anular la elección. Tres millones de votos son demasiados votos y como ya expresé anteriormente, al Trife no le interesa la justicia, sino una supuesta "legalidad" cuya violación es imposible de probar.

AMLO vive en otro mundo. Justamente hace unos días, Ricardo Monreal mencionaba en una entrevista con Carlos Marín por Milenio Radio que tanto él como AMLO veneran a los héroes de la época juarista. Yo pregunto, ¿qué diantres tiene que ver el México de hace siglo y medio con el México de hoy? Absolutamente nada.

En el mundo de AMLO, él cree que los magistrados del Trife pudieran anular la elección si él logra convencerlos de que "la Constitución" ha sido violada por la forma en que se condujeron las elecciones.

Tanto AMLO como Monreal deberían tomar en cuenta que el Trife no está allí para hacerles justicia, sino precisamente para impedir que fuerzas tan absolutamente retrógradas accedan a la Presidencia de la República. El Trife es incapaz de dictar una sentencia en contra del PRI, pero estaría perfectamente dispuesto a hacerlo si Andrés Manuel López Obrador hubiera sido el vencedor.

Andrés es como el tipo que se invita solo a una fiesta y luego se queja de que lo ignoran los anfitriones y los demás que sí fueron invitados. Sus ideas simplemente no encajan en la época actual, pero él no se guía por criterios de cierta objetividad, sino por la forma en que él interpreta de la gente que va a sus mítines y aguanta sus discursos bajo la lluvia.

Pero a AMLO no hay manera de convencerlo de que no es bienvenido. Él está convencido, basado en su propia noción de honestidad personal, que él es la solución para el País. Y la realidad es que su presencia en las elecciones, aunque ya no se pueda decir eso en la publicidad de los partidos, es que sigue siendo "un peligro" para México en la mente de muchos electores que prefieren al PRI con todas sus fallas y defectos que poner al País en sus manos.

Creo que la mejor manera de convencer a AMLO de que no tiene oportunidad alguna de que su impugnación prospere es hacer la siguiente pregunta: ¿con la legislación actual, pueden los magistrados del Trife declarar la nulidad? La respuesta es claro que sí, pero precisamente porque lo pueden hacer, es que no lo harán.

La idea de Andrés de que su impugnación está sustentada es falaciosa. La sentencia no tiene nada que ver con pruebas o evidencias de compra de votos. El Trife es una instancia de poder, no de justicia. El Trife, siendo la última instancia en materia electoral, tiene todo el poder para dictar la sentencia que quiera, pero no lo va a hacer porque los magistrados no son libres. Trabajan para un sistema y esto es algo que Andrés simplemente no alcanza a comprender.

La idea de que un voto se puede "comprar" es ilusoria. Allí empieza la falacia de AMLO y su impugnación. El voto no es algo que esté en el mercado ni es algo que se pueda "comprar" en el sentido de un acto de comercio. Podrán influirlo indebidamente, pero mientras se hable de comprar votos, se meten al terreno metafísico pues no hay manera de probar, jurídicamente hablando, que un voto ha sido "comprado". A nadie le agarraron la mano en la mesa de votación. De hecho AMLO decía acepten el dinero, pero voten por mí. Allí se autodestruyó de nuevo, sin darse cuenta.

Andrés debería reconocer que perdió para poder concentrarnos en hacer lo mucho que hay pendiente y no estar en este limbo ficticio que distrae la atención de lo importante por resolver. Mientras esto escribo, Apatzingan, Michoacán, está en llamas. A eso me refiero.

AMLO toma posturas para dar falsas esperanzas a sus devotos seguidores. Hace seis años él solito se equivocó y perdió. Ahora con mayor razón, pero no se da cuenta dónde está parado. Ése es el problema.

Javier Livas
javierlivas@mac.com
 
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A los argumentos de Javier Livas yo agregaría el hecho de que todos los partidos repartieron dádivas, en dinero o especie, para intentar comprar voluntades. AMLO y sus partidos (PRD-PT-MC) no tienen autoridad moral para pedir la anulación de la elección afirmando que EPN ganó con más de 3 millones de votos de diferencia que fueron voluntades compradas cuando ellos también lo hicieron. ¿Acaso prometer bajar el costo de la luz y gasolinas no es comprar voluntades? ¿Prometer regresarle LyFC al SME no es comprar el voto en base a una promesa de trabajo? Y vaya que también repartieron despensas, gorras, lonches, camisetas, y dinero en efectivo. Hipócritas.
 
 

jueves, agosto 09, 2012

 

Más mercado

Algunos de mis lectores no comparten los puntos de vista que expresé en el artículo de la semana pasada ("¿Más Estado?"). Dos de ellos repitieron con énfasis una demanda del grupo llamado #YoSoy132: el Estado debe intervenir para "democratizar los medios de comunicación". No sé si tienen razón, entre otras cosas porque no está claro qué quiere decir "democratización" en el caso referido. El tema es sólo parcialmente económico. Lo toco con muchas reservas.

Del actuar de un viejo político mexicano casi no me acuerdo, pero rescato una de sus pocas frases afortunadas (quién sabe si de su cosecha): "para los problemas de la democracia, más democracia". Cambiando lo procedente, se puede decir con propiedad: "para los problemas del mercado, más mercado". ¿Cómo se aplica tal idea en lo que toca a los "medios de comunicación"? Básicamente, propiciando y respetando la libertad de los participantes.

Por ejemplo, en el caso de los periódicos, es razonable suponer que están "democratizados" si cualquiera que lo desee puede publicar uno en el que se manifieste su manera de ver los acontecimientos y sus ideas al respecto. Tal descripción resulta una obviedad, pero conviene traer a la memoria una época no muy lejana en la historia mexicana, en la cual una empresa estatal, Productora e Importadora de Papel, S.A. (PIPSA), tenía el monopolio virtual del insumo básico para la prensa. En aquel entonces, no se podía hablar con seriedad de "libertad de expresión". (Por cierto, el episodio probaba el aserto de M. Friedman de que no puede haber libertad política sin libertad económica).

En cuanto a los lectores, vale decir que "democratizan" los periódicos en la medida en que "votan" por cada uno de ellos cuando deciden comprarlo. Así de simple. ¿No le gusta la forma en que "A" describe e interpreta los hechos? ¿Cree que los distorsiona, los oculta o los analiza mal? Compre "B" (o "C", o "D"...) y se resuelve el problema. ¿Ninguno "le llena el ojo"? Funde uno a su gusto, con la esperanza de que lo adquieran otros que piensan como usted. No se necesita nada más. Lo mismo en lo que respecta a revistas. Colorín colorado.

La cuestión es más complicada en lo que toca al radio y la televisión porque, según la ley (Ley Federal de Radio y Televisión), "corresponde a la Nación" el dominio del "medio en el que se propagan las ondas electromagnéticas". El aprovechamiento del espacio para fines comerciales se puede hacer sólo por "concesión" del Ejecutivo Federal, dado que la radio y la televisión "constituyen una actividad de interés público", por lo que "el Estado deberá protegerla y vigilarla para el debido cumplimiento de su función social".

Los especialistas en derecho público seguramente entienden con precisión términos como "interés público" y "función social". Siendo un lego en la materia, a mí me parecen demasiado (peligrosamente) vagos. Además, encuentro inquietante la idea de que uno de los deberes del Estado sea vigilar los medios. A la Orwell, Big Brother is watching? Las concesiones se otorgan sólo a mexicanos por un tiempo especificado, y pueden ser revocadas (art. 31) atendiendo a cualquiera de ocho causas detalladas. Sin embargo, la fracción novena parece añadir como causal de revocación cualquier falta de cumplimiento (supongo que a juicio de las autoridades), aunque no esté entre las especificadas. A mi entender, todo lo anterior describe un territorio de operación muy limitado, dominado por la incertidumbre y sujeto al arbitrio del gobierno. No es el espacio donde puede campear la libertad individual.

Rara vez escucho la radio en mi casa, pero lo hago casi siempre cuando uso el automóvil. Hay mucho, muchísimo, donde escoger -aunque todas las transmisiones están plagadas por la propaganda gubernamental. Si no me gusta lo que ofrece una estación, tengo a la mano un inmenso poder: cambio de frecuencia o apago el radio y pongo un CD. ¿Más "democracia" que eso? Difícilmente.

En la televisión abierta, ya sabemos, hay menos variedad. La de paga amplía la oferta de canales considerablemente, cuando menos en cantidad. ¿Ninguno satisface? Basta con apagar el aparato -y leer un libro. Nadie está obligado a ser un televidente.

A muchos críticos de la situación les preocupa la influencia política de las dos cadenas nacionales sobre la opinión pública. No presentan buenos argumentos. Según ellos, la influencia alegada se manifiesta en ciertas conductas del electorado (votar por "x" candidato), pero no en otras de la misma clase, claramente distintas en color. Difícil de creer.

A mi parecer, el problema no son los concesionarios sino el que concesiona. La palabra "democratización" tiene en este caso un significado inequívoco: liberalización. En otras palabras, más canales. O, como apunté antes, volviendo a la economía del asunto: más mercado.
 
Everardo Elizondo

lunes, agosto 06, 2012

 

Tomar partido

El PRI exige resignación ante el resultado electoral; Andrés Manuel López Obrador llama a rechazarlo. Enrique Peña Nieto defiende un triunfo impoluto e irrevocable; AMLO describe un cochinero que es necesario limpiar e invalidar. Algunos hablan de "buen ganador" de la contienda; otros critican al "mal perdedor" por no aceptar sus resultados. He allí dos visiones polarizadas de un mismo país: quienes celebran la democracia que el país ha alcanzado y quienes señalan sus múltiples imperfecciones. Quienes apelan a la legalidad y quienes insisten en la legitimidad. Quienes niegan la compra del voto y quienes enfrentan dificultades para probarlo. Creando así un contexto en el cual el ciudadano tiene que demostrar su lealtad a un bando u a otro, cuando ninguno de los dos se lo merece.

El Movimiento Progresista denuncia. Exhibe. Recolecta. Arma listas de irregularidades que presenta ante el Tribunal Federal Electoral. La compra y la coacción del voto. El uso desmedido de recursos públicos por parte de los gobernadores priistas. La complicidad de las televisoras. Las estructuras paralelas de financiamiento. Las irregularidades aún no esclarecidas de Monex y Soriana. Y es probable que todo ello haya ocurrido en una u otra medida a lo largo del país. El problema reside en que el PRD no lo puede probar; Andrés Manuel López Obrador no lo logra comprobar. La evidencia que ha reunido hasta el momento no es lo suficientemente contundente ni atañe exclusivamente al PRI. Los comicios no fueron limpios, pero la izquierda enfrenta dificultades para evidenciarlo. Las elecciones no fueron impolutas, pero el PRD también contribuyó a ese resultado.

De allí las preguntas legítimas a Andrés Manuel: si no había equidad en la contienda, ¿por qué aceptó participar en ella? Si la parcialidad de las televisoras afectó el proceso electoral, ¿por qué no salirse de él con antelación? Si los resultados deben ser invalidados, ¿por qué aceptarlos en el caso de los senadores y diputados electos por parte de la izquierda? Si la elección no fue libre, ¿por qué denunciarla selectivamente? Si el fraude fue tan monumental, ¿por qué no es posible acreditarlo en las 638 cuartillas entregadas a la autoridad electoral?

La izquierda sabe confrontar, pero le cuesta trabajo argumentar. Sabe cómo presentar posiciones políticas, pero no entiende cómo sustentar argumentos jurídicos. Sabe alzar el puño, pero no redactar con la mano. Sabe suscitar pasiones, pero no acreditar irrefutablemente por qué las enciende.

Por su parte el PRI intenta desvirtuar el mensaje desacreditando al mensajero. Responde atacando a Andrés Manuel López Obrador sin atender lo que sí necesita aclarar para poder gobernar. Responde apelando al Estado de Derecho cuando se ha encargado -mediante la compra del voto- a minarlo. El uso de 7 mil 851 tarjetas de prepago Monex para financiar el trabajo "ordinario" de su partido. El compromiso de 16 gobernadores a entregar votos y el uso del presupuesto público a nivel estatal para lograrlo. El descalificar como "indicios" a prácticas consuetudinarias y sistemáticas. La acumulación de evidencia incómoda que contradice un triunfo intachable. El PRI se escuda en una legalidad que ha pisoteado. El PRI arropa bajo leyes que ha violado. El PRI celebra una democracia que se ha dedicado a desvirtuar. Llama "ejemplar" a una elección que está muy lejos de serlo.

Según Jesús, no es posible servir a dos amos al mismo tiempo. De allí que cada uno llame a tomar partido: AMLO convocando a la resistencia; el PRI llamando a la resignación; AMLO pidiendo la invalidez de la elección; el PRI implorando a aceptarla. Y es cierto que la lealtad es una cualidad noble, siempre y cuando no lleve a la ceguera y no excluya la lealtad más alta a la decencia y a la verdad. Hoy ninguno de los dos bandos tiene la calidad moral como para exigir la lealtad incondicional, como para pedir un acto de fe, como para argumentar la inequidad determinante o celebrar la victoria impoluta. Unos por no denunciar a tiempo o hacerlo selectivamente, otros por violar las reglas de manera impune. Unos por no documentar la inequidad, otros por negar que existió.

Pero más allá de la actuación criticable de los partidos y quien los encabeza, el conflicto actual revela un problema estructural. Un sistema electoral que incentiva la trampa al no castigarla eficazmente. Un sistema de fiscalización que detecta las irregularidades después de la elección y no incide en sus resultados. Un sistema donde el clientelismo es un instrumento al que todos los partidos recurren si de ganar la elección se trata. Un sistema de calificación donde los magistrados ungen al "ganador" sin saber si obtuvo el triunfo limpiamente. Un sistema de castigos que no va más allá de una multa.

Todas ellas, condiciones que crean una democracia de baja calidad. Todas ellas, condiciones donde cada quien hace lo que quiere y lo que puede. Todas ellas, condiciones que validan lo escrito por Thomas Fuller: "Tomen nota: la mayor parte de los hombres hace trampa sin escrúpulo, donde lo puede hacer sin temor".
 
Denise Dresser


domingo, agosto 05, 2012

 

Anular la elección

He decidido apoyar a AMLO en su exigencia de que se anule y repita la elección. Pero con 2 condiciones: la primera es que todo aquel partido que haya regalado cosas o dinero, desde vasos, gorras, lonches, despensas y refrescos hasta tarjetas de Monex y Soriana, así como promesas sin fundamento, no podrá participar.
 
Y la segunda es que ninguno de los 4 candidatos que participaron en la elección del 1o de julio pueda contender de nuevo, que sean nuevos candidatos. ¿Aceptarían AMLO, el PRD y sus simpatizantes esas condiciones? Todos están reprobados.
 
 

sábado, agosto 04, 2012

 

Intolerancia

El Movimiento Progresista no presentó ninguna información jurídicamente relevante en su impugnación de la elección presidencial. Todo se reduce a dichos en la prensa o presunciones.

Respecto de la cadena Soriana, el alegato se centra en las casi 3 mil tarjetas con el logo de la CTM, que habrían sido utilizadas para comprar el voto. Nada más.

Pero la debilidad de la argumentación es evidente. Tres mil tarjetas versus 50 millones de sufragios y más de 3 millones de votos de diferencia a favor de Peña Nieto vuelven ridículo el alegato.

Y por si fuera poco, la respuesta de los directivos de Soriana fue tajante. Las tarjetas con el logo Soriana/CTM datan del 2010, cuando se firmó un convenio con la central obrera para premiar la fidelidad de los consumidores sin que se pueda depositar en ellas efectivo.

Pese al desmentido de la cadena, y pese al hecho que el Movimiento Progresista no ha presentado pruebas sustantivas para confirmar la colusión en la compra de votos, las tiendas y los trabajadores de Soriana han sido objeto de presión y manifestaciones.

La última y más violenta ocurrió el lunes 30 de agosto. La sucursal ubicada al oriente de Monterrey fue atacada a las 6:40 horas con dos bombas molotov. El atentado no encaja, por lo rudimentario de los artefactos, en la violencia asociada al crimen organizado.

No extraña, por lo tanto, que los directivos de Soriana hayan publicado un desplegado claro y directo: "Señalamos en forma particular a los señores Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Monreal y Jesús Zambrano como responsables de todos los daños físicos y materiales que tanto nuestro personal como nuestras instalaciones pudieran sufrir en las manifestaciones que promueven e incitan...".

La respuesta del PRD fue inmediata. No sólo se deslindó de cualquier responsabilidad, sino que además se proclamó víctima de una provocación. Los enemigos de López habrían perpetrado el atentado para desprestigiar al Movimiento e identificarlo con la violencia.

Pero quien, como siempre y como debe ser, se llevó las palmas fue el rayito exterminador: "Los dueños del PRI", escribió en Twitter, "pensaron que podían comprar la Presidencia y ahora su dinero ilícito los está desnudando. No me culpen a mí. Serénense".

Así que a buen entendedor pocas palabras: Soriana no es inocente. Las manifestaciones y los atentados en su contra no son responsabilidad de López, sino de los directivos que se coludieron con los priistas. Serénense y aguanten vara porque el pueblo indignado tiene motivos de sobra.

Dicho de otro modo, López no se deslinda ni se dice víctima de una provocación. No, de ninguna manera. Recular no es lo suyo. Eso está bien para los serviles, como Jesús Zambrano. Su "razonamiento", por el contrario, explica lo que está ocurriendo. Pero más importante, justifica y da su aval para nuevos atentados y manifestaciones.

Toda la historia de las tarjetas de Soriana es parte de un montaje. Primero fueron los anaqueles vacíos en una tienda de Iztapalapa el 2 de julio, donde por pura casualidad se encontraba un fotógrafo de La Jornada. Se dijo entonces que esa turba de consumidores estaba integrada por los que habían vendido su voto.

Luego se produjo la clausura de ésa y otra tienda en la misma delegación. Se alegaron faltas en el cumplimiento del reglamento, pero fue claro que se trataba de un acto de intimidación de una delegación 100 por ciento amlista.

Después, el 8 de julio, decenas de personas entraron a una sucursal en Gabriel Mancera, Ciudad de México, para protestar por el presunto apoyo de la cadena a la campaña de Peña Nieto. Según los directivos de Soriana, del 1 de julio a la fecha se han registrado 180 incidentes -entre manifestaciones y ataques- en sus tiendas.

Todos estos hechos se inscriben en una secuencia de larga data. Las intimidaciones, vía redes sociales, contra aquellos que osaron criticar a López fueron una constante antes y después de la jornada electoral.

Pero el lenguaje soez y estúpido en Twitter dio un salto cuando Loret de Mola fue increpado a la salida de Televisa el día de la entrevista de López Obrador en "Tercer Grado". Y dio otro paso adelante cuando una pequeña turba insultó y escupió a Carlos Marín.

Como parte del mismo programa, durante el recuento de votos, los trabajadores del IFE, como los de Soriana, fueron agredidos por jóvenes que se decían del #YoSoy132.

Y para que se entendiera que no se andaban por las ramas, golpearon y zarandearon el auto donde iba el presidente del IFE. Como antes habían hecho con la camioneta que transportaba a Peña Nieto en plena campaña electoral.

Quien minimice estos hechos y los considere parte del anecdotario se equivoca. López, Monreal y Zambrano tienen una responsabilidad real. Sus denuncias y sus consignas, sin prueba ni sustento, han sido acatadas como verdades absolutas y son parte de una cruzada.

Javier Sicilia no exageró cuando afirmó que en los entornos de López había corrientes con espíritu fascista. Su dicho, como él mismo explicó, no era fruto de la observación. Lo aseveró porque había padecido su intolerancia y hostigamiento.

Eso fue lo mismo que Cuauhtémoc Cárdenas escribió hace seis años en respuesta a Elena Poniatowska: "Me preocupa profundamente la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista...".

Por desgracia, pero como era previsible, a seis años de distancia, la intolerancia y satanización, lejos de haber menguado, tienen ya un perfil violento y cuentan con la bendición del rayito exterminador.

San Andrés, ten piedad de Soriana y de nosotros también.
 
Jaime Sánchez Susarrey
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Lo dije desde diciembre del 2005, mucho antes que Solá y el PAN: AMLO es un peligro para México. ¿Se lo imaginan como Presidente despotricando contra el Congreso o algún sector que no le cumpliera sus deseos? Y luego sus pejefans haciendo desmandes contra ellos, seguro se deslindaría de esos actos violentos. Nunca acepta que sus palabras tienen mucho peso en mucha gente y que incitarlos, sin decirlo directa o abiertamente, causaría violencia. No se necesita que diga abiertamente que ataquen a Soriana para que sea responsable de ello, basta con que los acuse de corruptos y despotrique contra ellos para que los más radicales de sus fanáticos seguidores haga algo por su cuenta. Y aunque el peje se lave las manos, él es responsable.

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