sábado, julio 27, 2013

 

Adiós al Pacto

El Pacto por México fue una sorpresa. Nadie se lo esperaba y mucho menos después de 15 años de entrampamiento legislativo. No sólo eso. Los intentos anteriores habían fracasado estrepitosamente. Sobraban, pues, motivos para el escepticismo. Pero las reformas en telecomunicaciones y educación superaron todas las expectativas.

Había, sin embargo, un antecedente que constituía una lección y una advertencia: la reforma laboral, presentada como iniciativa preferente por Felipe Calderón, fue aprobada -dadas las diferencias ideológico políticas- por mayoría de priistas y panistas. Con un agregado: si dicha iniciativa se hubiera procesado por consenso, se habrían eliminado los apartados más importantes.

La lección y la advertencia eran muy simples: las oposiciones ideológico-políticas no son meras fantasmagorías, sí existen. Y, pese a los acuerdos y consensos en ciertas materias, harían sentir su peso más temprano que tarde. Por eso, aquí y en Gran Bretaña, la esencia de la democracia es el gobierno de la mayoría y la alternancia.

El Pacto por México tenía, desde su puesta en marcha, fecha de caducidad. El debate sobre la reforma energética no ha hecho más que poner las cosas en su lugar: la corriente nacionalista-estatista se enfrenta a los reformistas. Las diferencias son de principio. El consenso es imposible.

Sólo un ingenuo podía suponer que las cosas ocurrirían de otra manera. El recuento histórico de las reformas más importantes de finales del siglo pasado: entrada de México al GATT, privatización de paraestatales, reforma del Artículo 27, privatización de la banca y el Tratado de Libre Comercio siguieron ese mismo derrotero. El bloque reformista (PRI-PAN) se enfrentó a la corriente nacionalista-estatista.

La victoria de los reformistas fue por partida doble: se impusieron en el Congreso y reformaron la Constitución por mayoría compuesta. Pero además, el paso del tiempo les ha dado la razón histórica. La modernización de México pasó por la contracción del Estado y por la apertura comercial, que culminó con el Tratado de Libre Comercio.

Hoy por hoy, nadie en la izquierda, ni siquiera "el rayito de esperanza", se pronuncia por la abrogación del Tratado de Libre Comercio, por la estatización de la banca o por la reversión de la reforma del Artículo 27 constitucional, que abrió la posibilidad a los ejidatarios de transformarse en pequeños propietarios.

Y, sin embargo, en los debates de los años 90, la izquierda anunció el Apocalipsis una y otra vez: la entrada de México al GATT liquidaría la industria nacional, la privatización de empresas atentaba contra la Revolución Mexicana, se les arrebataría las tierras a los ejidatarios y el Tratado de Libre Comercio aniquilaría lo poco que quedaba de soberanía nacional.

Ahora la historia se repite. El debate sobre la reforma energética ha unificado y cohesionado a todas las corrientes de la izquierda, desde Miguel Ángel Mancera hasta López Obrador, pasando por Marcelo Ebrard y Jesús Zambrano, para no mencionar a Cuauhtémoc Cárdenas. Las amonestaciones tienen el mismo sonsonete de los años 90: ¡lo que está en juego es la soberanía nacional! ¡Pemex no se privatiza! ¡Lo defenderemos por las buenas o por las malas!

Frente a este sainete, que apenas comienza, el alineamiento del bloque reformista parece consistente. El PRI, bajo el liderazgo de Peña Nieto, avanzará en el proyecto reformador, tal como lo hizo en los años 90 bajo Salinas de Gortari. Las diferencias y las resistencias internas -que las hay- se disolverán sin pena ni gloria.

El PAN, por su parte, ha presentado un proyecto radical, en el sentido estricto de la palabra, retomando lo mejor de la idea que tenía Felipe Calderón en el 2008, pero que no pudo concretar por la oposición de los perredistas y los priistas -encabezados por Beltrones-.

Los objetivos de la reforma deben ser: potenciar la renta petrolera y producir más petróleo, gas y energía a precios competitivos.

La única incógnita es si en un acto irracional e inconsistente de la fracción "calderonista" saboteará la iniciativa de reforma con el único propósito de golpear el liderazgo de Gustavo Madero. Pero si no es el caso, se puede dar por descontado que el PAN no sólo aprobará, sino impulsará la reforma.

La estrategia de la izquierda frente a ese bloque está cantada: se opondrá en el Congreso, pero también en las calles con marchas y movilizaciones. Manuel Camacho ha sugerido que la iniciativa se someta a un referéndum para evitar la polarización.

Pero la verdad es que sólo un ingenuo aceptaría jugar bajo esas reglas. Porque si el referéndum se realiza y la población apoya la iniciativa, López Obrador denunciará la existencia de un complot, un gran fraude y desconocerá su resultado. La experiencia histórica no miente. López no ha cambiado ni cambiará jamás.

Hay, por último, un elemento a considerar: el verdadero costo de la reforma energética. Los panistas, tanto los maderistas como los calderonistas, condicionarán su voto a que se apruebe la reforma electoral y política antes de discutir la reforma energética.

Retomarán, de ese modo, la estrategia de Beltrones en el 2007: no habrá reforma fiscal, dijo entonces, si previamente no se aprueba la reforma electoral. El resultado de ese intercambio fue nefasto para el IFE, que fue descabezado, y para la libertad de expresión, que fue lastimada.

Hoy el riesgo que se corre es similar. Los panistas tienen el sartén por el mango y lo saben. Entre las demandas de los Senadores calderonistas está transformar el régimen presidencialista en un sistema semiparlamentario. Lo que sería un grave error. Pero eso es tema de otro artículo.
 
Jaime Sánchez Susarrey

domingo, julio 21, 2013

 

La poca memoria (de la #chairiza )

Las sociedades, como las personas, tienen poca memoria. A veces ocurre por simple y natural olvido, otras por ignorancia, otras más por conveniencia. Un sector del público mexicano padece ese mal, que lo desorienta y empobrece. Quizá es irremediable que cada generación pretenda sepultar lo que hicieron las anteriores para construir su destino. O imaginar que sus problemas no tienen precedente y que, heroicamente, la historia comienza con ellos. Pero hay que combatir la poca memoria.

En un encuentro académico en Guadalajara, una joven del público tomó la palabra para protestar contra la "brutal represión" a los estudiantes y la "completa falta de libertades" que padece el México de hoy. No pude resistir la tentación de contestarle, aunque no era fácil: ¿desde dónde empezar la narración?

Comencé en el 68. En ese año -les dije- cientos de miles de estudiantes nos atrevimos a marchar en las principales avenidas de México para protestar contra un Gobierno autoritario que no sólo tenía el monopolio de la verdad pública, sino de los espacios públicos donde otras versiones de la realidad pudieran expresarse. Ese solo acto implicaba riesgos de vida que presentíamos y finalmente comprobamos, en Tlatelolco. ¿Dónde está -le pregunté- el paralelo con nuestra época? En ninguna parte. Hoy los estudiantes radicales son cientos (no cientos de miles) y su bandera no es la libertad de un país, sino un programa escolar que a su juicio merece la toma del Palacio de Invierno. En México -concluí- no hay falta de libertades, sino, en todo caso, un exceso de ellas. La Ciudad de México es una de las más libres del mundo.

La democracia es otra víctima de la poca memoria. Un sector radical sostiene, sin más, que en México la democracia no existe. Resulta cansado recordarles una y otra vez lo que era el País hace apenas 20 años, pero hay que hacerlo, sobre todo a los jóvenes que no vivieron los tiempos de la "dictadura perfecta": la concentración total de poder en el Presidente, la nula división de poderes, la completa falta de transparencia en el uso de los recursos públicos federales, la censura y la autocensura, el control del aparato electoral por la Secretaría de Gobernación. El contraste con la situación presente es clarísimo, pero no les convence.

Algunos siguen hablando del "sistema". Lo cierto es que "el sistema" entró en coma en 1997 y murió en el 2000. Lo que ahora tenemos es una vida democrática llena de defectos, limitaciones, manipulaciones. Pero no un "sistema". Quienes así piensan, por lo general, no formulan cuál sería la alternativa al marco actual.

En los jóvenes radicales, la poca memoria puede atribuirse a la autoafirmación, la inexperiencia o la ignorancia. Pero en los viejos los motivos son más turbios. Para avivar la memoria de muchos conspicuos líderes de oposición, basta el recordatorio de su propio pasado: ¿dónde estaban muchos de ellos en los años 70 -el cenit del PRI represor- y buena parte de los 80? Estaban en el PRI. ¿Y qué proyecto defendían mientras nosotros -los anacrónicos liberales- proponíamos la adopción de la democracia? Defendían el proyecto del PRI.

Entre los actuales líderes de la izquierda hay varios que no militaban en el PRI. En su caso, el recordatorio es otro: con honrosas excepciones, como Arnoldo Martínez Verdugo, para ellos lo importante era la revolución, no la despreciable "democracia burguesa".

Tan tramposa como la poca memoria es la distorsión de la memoria con fines de deslegitimación y calumnia. Los autores de Vuelta y Letras Libres lo sabemos muy bien. A veces escuchamos la insidiosa mentira de haber sido "partidarios del PRI". Pero de nuestra parte están los hechos. Desde 1979 y por primera vez en nuestro ámbito intelectual, en las páginas de Vuelta, Gabriel Zaid propuso llevar a cabo "una reforma política sin hacer nada"... salvo contar honestamente los votos. A partir de entonces, en varios ensayos, los autores de Vuelta planteamos el deseable tránsito del País y de América Latina a la democracia. En junio de 1985 publicamos un número especial sobre el PRI, con artículos de Octavio Paz ("Hora cumplida. 1929-1985"), Gabriel Zaid ("Escenarios sobre el fin del PRI") y mío ("Ecos porfirianos"), que recibió una crítica pública del Presidente Miguel de la Madrid. En las fraudulentas elecciones de Chihuahua, en 1986, comenzó a darse una convergencia intelectual y política entre el liberalismo, la izquierda y el PAN, que en 1988 se reflejó en el copiosísimo voto por la Oposición.

Hubo divergencias al interior de Vuelta, que mantuvo el espíritu liberal de Plural, pero nada varió nuestra convicción democrática y nuestra independencia. Esa independencia no implicaba una oposición sistemática a todo lo que emanara del Gobierno. Implicaba pensar por nuestra cuenta, ser críticos y no recibir del Gobierno dineros que no fueran específicamente destinados a planas de anuncios.

Nuestra posición democrática no cambió en la década de los 90. Tampoco cambió en 2000, cuando la "dictadura perfecta" dejó de existir, ni ha variado de entonces hasta ahora, en Letras Libres. La poca memoria, la desmemoria o la distorsión de la memoria querrán inventar una historia distinta para borrar su propia responsabilidad o complicidad o para legitimarse frente a sus públicos cautivos dándose baños de pureza democrática. Por fortuna, ahí están nuestros artículos, ensayos y libros para refrescar la memoria. Todo lo publicado en Vuelta y Letras Libres puede consultarse en la hemeroteca virtual de www.letraslibres.com
 
Enrique Krauze
 

lunes, julio 01, 2013

 

Vacío de poder

Lugares donde nadie gobierna. Municipios donde no queda claro quién ejerce la autoridad. Sitios donde las comunidades se arman a sí mismas e imponen castigos como si fueran jueces. Pueblos al margen de la ley donde el Estado de Derecho es una quimera.

México está repleto de ellos. Entidades que padecen un brutal vacío de poder que ni los Gobernadores ni los presidentes municipales ni las policías locales pueden llenar. Como ha argumentado Edgardo Buscaglia, ahora que México se ha puesto de moda, se nos olvida que la vasta mayoría de los mexicanos enfrenta una lucha diaria por sobrevivir bajo gobiernos locales ausentes o corruptos.

Y como la naturaleza no tolera vacíos, estos espacios han sido llenados por el crimen organizado. México no es excepcional en cuanto a su aparición o su fuerza. Rusia, China e Italia -entre otros- han generado grupos criminales imponentes por el poder que ejercen y la impunidad con la que lo hacen.

Pero ninguno de los países mencionados -y éste es el punto central de Buscaglia- enfrenta formas extremas de violencia criminal como las que presenta México. El número de homicidios. La cantidad de personas involucradas en el tráfico humano. La persistencia de los secuestros. La omnipresencia de las extorsiones.

Y la complejidad de la situación mexicana no deriva únicamente de la presencia de drogas o armas. Por sí mismas no producen los grados de violencia que padecemos y presenciamos en el País.

Diversos estudios demuestran que los grupos asociados con el crimen organizado usualmente tratan de evitar la confrontación con gobiernos centrales fuertes. Prefieren trabajar en la periferia -en mercados locales y regionales-, donde pueden operar con más libertad y asegurar mayores ganancias. Tienden a rehuir la guerra con los gobiernos federales, a sabiendas de que si lo hacen, tienen acceso a otros mercados lucrativos de drogas, donde es posible moverlas sin desatar la violencia o provocar el caos.

La violencia extrema de México más bien tiene que ver con los vacíos de poder que existen y con la corrupción crónica que los hace posibles. Tiene que ver con la complicidad de los Gobernadores y los presidentes municipales y las policías locales. Tiene que ver con la ausencia de la presencia federal, incluso. La corrupción crea -como argumenta Buscaglia- enormes incentivos para que los grupos criminales consoliden sus mercados a través de la competencia salvaje, producto de vacíos en la "autoridad". Autoridad inexistente o doblegada, inexistente o comprada. Autoridad que en realidad no lo es.

En el caso controvertido de Michoacán, el Estado parece estar totalmente infiltrado por redes tan sofisticadas del crimen organizado como "La Familia". Y sin embargo, nunca se ha podido capturar al medio hermano de Leonel Godoy y los más de 30 presidentes municipales acusados de vínculos con el crimen organizado no pudieron ser procesados por la torpeza del Gobierno de Felipe Calderón.

En los 12 años del panismo, muchas de las instituciones vinculadas con el autoritarismo fueron desmanteladas. Ahora falta que instituciones democráticas legítimas y estables llenen los vacíos de poder que el PAN dejó tras de sí.

El "Pacto por México" incorpora muchas reformas necesarias, pero fracasa en cuanto al tema de la seguridad. El que ya no se hable de la violencia como tema central del gobierno no significa que haya desaparecido. Al contrario, la proliferación de los grupos de autodefensa demuestra cuán profundo es el problema y cuán lejos está de ser resuelto.

Para todo efecto práctico, el sistema judicial de México está colapsado. Los Gobernadores tienen el poder para designar jueces, manipular Ministerios Públicos, decidir si emprenden o no una investigación policiaca. Así aseguran impunidad para sí mismos y para los suyos. Impunidad reforzada por la inhabilidad de México para instrumentar estatutos para combatir el lavado de dinero y la extinción de dominio. Impunidad prolongada por la incapacidad de México para llevar a cabo una reforma judicial que procede lenta e ineficientemente.

Alguien está impidiendo que los cambios ocurran y no es difícil saber por qué. A ciertos miembros de la clase política -en connivencia con el crimen organizado- el vacío de poder les conviene. Aprovechan para violar leyes, extorsionar ciudadanos, promover negocios lucrativos, acumular fortunas y usar la violencia como otra forma de hacer política.
 
Denise Dresser

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