domingo, enero 17, 2016

 

La gran ordeña

En 1986 Sebastião Salgado realizó una estupenda serie de imágenes en la mina de oro de Sierra Pelada, estado brasileño de Pará. En el documental sobre su obra, "La sal de la tierra", podemos ver impactantes fotografías, unos 80 mil "garimpeiros", mineros que trabajan y viven en condiciones infrahumanas, horadan en ese gran agujero, herida mortal de la ambición, en busca de un pedazo de oro que les diese algo de fortuna.

 

Salgado dice que al momento de ver aquel descomunal hormiguero humano a cielo abierto, entendió de golpe toda la historia de la humanidad.

 

Algo similar me ha sucedido con la nota y el video que antier dio a conocer EL NORTE: "Ordeña un pueblo 'alberca' de diesel". Un testimonio que raya entre el surrealismo y el horror.

 

En Calpulalpan, Tlaxcala, una cantidad notable de sus habitantes participa en un robo multitudinario de combustible. De golpe vi la realidad de México.

 

En una hondonada, seguramente hecha ex profeso, el combustible, azul turquesa como el mar del Caribe, es almacenado para que los habitantes de La Soledad, a plena luz del día y sin el menor tapujo, lancen cubetas atadas a lazos, una especie de pesca descarada, con las que extraen el diesel; se trata de una doble ordeña (la primera fue a los ductos de Pemex).

 

Como "garimpeiros" en busca del metal precioso, decenas de personas roban colectivamente, un ejército de sanguijuelas que chupan la sangre hasta secar las venas. Dos millones de litros, unas 100 pipas, botín comunal donde quien tiene más saliva traga más pinole.

 

"¡Qué!, también los de arriba roban ¿no?", me imagino la frágil justificación de un campesino mientras repite para sí uno de los mantras nacionales, "el que no es transa, no avanza".

 

Triste ejemplo de la impunidad y la desvalorización de la sociedad mexicana, lo que sucede en Calpulalpan es un símil de lo que vivimos en otros planos de la vida nacional.

 

Ahí están los "diablitos" con los que se roba la energía eléctrica, trofeos a la impunidad y a la vista de todos, que lanzan la señal de "se permite robar". Ahí están los políticos impunes señalados de corrupción y enriquecimiento inexplicable.

 

Ahí están los más de 180 millones de pesos que a modo de bono decembrino se repartió la Cámara de Diputados, se trata de la misma ordeña al País, bajo diferentes contextos y protagonistas, unos se reparten litros, otros prebendas.

 

Cabe reconocer la ejemplar decisión de la bancada de Movimiento Ciudadano al rechazar esta jugosa partida. La mayoría de nuestros diputados aventó su cubeta y jaló su combustible. Vivimos rodeados de modelos negativos.

 

¿Qué más prueba queremos para aceptar que la corrupción, como otros males y bienes, es cultural? No está en los genes, sino en las acciones. En "Antropología cultural", Marvin Harris define la cultura como "el conjunto de tradiciones y estilos de vida socialmente adquiridos, de los miembros de una sociedad incluyendo sus modos pautados y repetitivos de pensar, sentir y actuar (es decir, su conducta)".

 

Aceptar que la corrupción es cultural de ninguna forma es renunciar a combatirla ni negar que es un delito, al contrario, es una forma de entender su génesis y su estructura para luego intentar desactivarla.

 

Dice Le Vine que la cultura de la corrupción existe cuando las transacciones corruptas se vuelven tan omnipresentes en un sistema que constituyen la norma esperada. México sufre una alarmante cultura delincuencial, pero más una alarmante aceptación de la cultura delincuencial.

 

En el altiplano central mexicano hay una rajada de sangrado violento, Calpulalpan, "La puerta grande de Tlaxcala", es la herida grande y omnipresente de México, la glorificación al saqueo que, desgraciadamente, nos retrata de cuerpo entero.

 

Acostumbrarnos a la cotidianidad de lo que no debe ser es la peor de las corrupciones. Imposible no evocar el nacionalismo de López Velarde que, como lance profético, apuntó: "El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo".

 

Qué lejos de esa patria impecable y diamantina estamos y qué cerca de Calpulalpan.

 

Eduardo Caccia

 

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Trump y el asco

Hace un par de meses, el historiador cubano americano Carmelo Mesa-Lago y yo redactamos una carta de protesta contra Donald Trump. Recabamos 67 firmas de apoyo: científicos, artistas, intelectuales, académicos hispanos e hispanoamericanos. Apareció resumida en medios mexicanos y se difundió por algunas cadenas estadounidenses como Time, CNN, Univisión y Fusion. Éste es su contenido principal:

"Trump ha acusado a los inmigrantes mexicanos de ser criminales, violadores y traficantes de drogas... Su discurso de odio apela a las más bajas pasiones, como la xenofobia, el machismo, la intolerancia política y el dogmatismo religioso. Todo lo cual inevitablemente recuerda campañas que en el pasado se han dirigido contra otros grupos étnicos, y cuya consecuencia fue la muerte de millones de personas. De hecho, las agresiones físicas contra los hispanos y los llamados a prohibir el uso público del español han comenzado ya.

 

"Los ataques verbales del Sr. Trump no se basan en estadísticas y hechos comprobados sino en su muy personal e infundada opinión. No sólo desdeña a los inmigrantes hispanos (después podrían seguir otros grupos étnicos) sino que exhibe una peligrosa actitud contra sus oponentes, a quienes tacha de estúpidos o débiles... Sus guardaespaldas y seguidores atacan a manifestantes pacíficos.

 

"La expulsión de los inmigrantes mexicanos sería catastrófica para estados como California, Arizona, Nuevo México y Texas, donde la mayor parte del trabajo manual es mexicano. En California, por ejemplo, esos inmigrantes cosechan 200 productos agrícolas, sirven en hoteles y restaurantes, recogen la basura, ejercen, en suma, oficios que los americanos locales se rehúsan a desempeñar. California es el principal fabricante de vino y de muchos productos agropecuarios en el país. Es también el primer destinatario de turismo. Estos sectores generan US$70.000 millones anuales, pero sin los trabajadores mexicanos la economía del estado se iría a la ruina. Algo similar ocurriría en el resto del país.

 

"Muchos de los firmantes somos inmigrantes hispanos que hemos sido bien acogidos en esta gran nación y contribuido con nuestro trabajo, en diversos campos, al conocimiento, a los avances de las ciencias, a la prosperidad, el entretenimiento y el bienestar de todos los habitantes de los Estados Unidos. La conducta del Sr. Trump es indigna de un candidato a la Presidencia del país más poderoso del mundo. Condenamos esa actitud y esperamos que el pueblo estadounidense cese de tolerar sus absurdas posturas".

 

Nos quedamos cortos. Muchos analistas hablan de Trump como un populista de derecha, y sin duda lo es. Otros lo describen como un fascista.

 

Aunque parece excesivo (Trump no ha detallado sus grandes planes militares), en su actitud se advierten, en efecto, elementos del fascismo italiano: el culto al líder, la emotividad irracional, los desplantes incendiarios, la obsesión por las teorías conspirativas, el miedo a lo distinto visto como una amenaza, la apelación a un pasado de grandeza mítica y la promesa de restaurarlo.

 

Pero también esos analistas se han quedado cortos. Tras un atentado de ISIS, Trump propuso, en esencia, perseguir a los musulmanes. Y, pasando del prejuicio racial y religioso al físico, se burló públicamente de la condición minusválida de un periodista del New York Times. Lo cual me hace recordar las prédicas de los nazis contra todo lo que -por razones de color, sangre o "imperfección"- quedara fuera del círculo supuestamente superior de los arios.

 

Hasta la conocida fobia de Trump a estrechar manos (el otro como portador de microbios) es un dato significativo sobre su obsesión con la "pureza". Trump es un asco de persona dominado por el asco a las personas.

 

En esta época de perplejidad global en que han reaparecido las guerras religiosas y raciales que creíamos extintas, Estados Unidos (con sus casi 250 años de democracia) incuba el huevo de la serpiente: un populista de extrema derecha -que además es megalómano, narcisista, paranoico, y tiene ciertos tics nazi-fascistas- puede convertirse en candidato a la Presidencia por el Partido Republicano.

 

Y dado el caso, no es imposible que llegue a la Casa Blanca. No exterminaría a los mexicanos, pero ha prometido expulsar "gentilmente" a los indocumentados y construir un "hermoso muro" (pagado por México).

 

Trump es un peligro real e inminente. La Canciller mexicana dice que "no le quita el sueño". A mí sí.

 

Enrique Krauze

www.enriquekrauze.com.mx

 

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